Mi océano, nado en el amor de tu presencia,
naufrago felizmente una y otra vez, me ahogo
cuando no estás aunque estás en todas partes,
recuerdo tu rostro de salada faz que todo mece,
tus ojos peces de colores, la playa de tu cintura
y las profundidades inexploradas de tu sexo abisal,
cachalotes y pulpos gigantes, cariñosos calamares.
Mi amor, te escribo a partir de esta analogía nada nueva
pero sincera, con sus gaviotas anunciando ¡tierra, tierra!
Y yo regreso al abismo, porque allí está la chicha,
que es la calma de tu abrazo húmedo y oscuro,
el diablo es de agua marina con sus cuernos acantilados.
Mi mar, sabes que quiero decir amor, mi a-mar,
vayamos con el barlovento hasta la casa de Poseidón,
invitémoslo a nuestra orgía de sirenas y tritones rebeldes
para que la tempestad sea el clímax del encuentro pelágico.
Y en el litoral de esta pasión de algas-moluscos,
volverme arrecife para acariciarte la corriente;
y si algún insensible marinero encalla su barco
en mi alma de coral, esta sangre será sargazo
y flotaré sobre tu piel hasta que el amanecer
se disuelva en el horizonte y una ola me sumerja
para nunca, para siempre, mar, amor, amar.
lunes, 10 de diciembre de 2018
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