No alcanza el calendario para
todas las desgracias nuestras;
nada crece,
nada florece
en el desierto del olvido,
por eso las lágrimas se resisten
y siguen abriendo surcos
en las dunas de la indiferencia.
La vida desaparecida está
porque los muertos son burócratas
que nada entienden de la palabra amor.
¿Puede una firma devolverle
a la madre el abrazo de su hijo?
Los discursos son insultos,
alcohol sobre la herida,
la risa burlona de las oficinas.
Mejor sería que nos mataran
a todos de una vez,
pues el rencor se acumula
en esta cuesta abajo
llamada México;
en algún momento
el alud aplastará
las cabezas de los verdugos.
lunes, 10 de diciembre de 2018
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