Me habló mi hermana desde la CDMX para decirme que había soñado con la muerte mía. Le dije que no se preocupara, aún estoy vivo, bromeé. Después de despedirme de ella con los tradicionales abrazos y buenos deseos, me quedé pensando en esta vida que soy. Vida que va de un recibo a otro, del pago de la renta a la espera de la que viene, deudas, peleas, borracheras y una que otra pérdida material. Esto acabará algún día, o alguna noche, me gustaría morir por la tarde, como en el poema.
También se trata mi vida de los libros que leo, por ejemplo, ahora leo "Historias del tiempo", de Jacques Attali. Tropiezo en el darse cuenta, el sentido soy yo, lo doy yo a las cosas que hago; en mis intereses, mis negocios, las amistades, los amores y los odios, en cada paso que doy hay una dirección, un propósito, una búsqueda, y a veces no hay nada. La muerte le pondrá fin a todos estos asuntos que me definen. Mientras tanto...
¿Qué pasaría si muero hoy? ¿Quién terminará de leer los libros que dejé inconclusos? ¿Mis deudas serán perdonadas? Y los amigos, ¿llorarán por mí? Puedo imaginarme el problema que será para mis parientes, el pago del funeral, la caja de muerto, la sala y el café que siempre se toma en estos eventos. ¿Habrá música en mi velorio?
Tantos pendientes y tan breve existencia. Hoy morí en el sueño de mi hermana, pero pronto llegará la vigilia fúnebre y tendré que decir adiós sin decir adiós, el despertar en la no existencia. Pronto quiere decir incertidumbre, "ahorita me muero sin darme cuenta". Se habla mucho de la cercana relación del mexicano con la muerte, aunque creo que es todo lo contrario, como vecinos enemigos la queremos tener junto a nosotros para que no nos sorprenda, y nos sorprende la muerte. Hay miedo y hay hambre, sé que así es, voy a desayunar mientras puedo.
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