La noche mexicana debería ser no un festejo, sino un aniversario luctuoso en donde se rindiera honor a la memoria de todos los desaparecidos, de aquellos que se ahogaron en el mar o en el caño, de los hermanos que por exigir justicia fueron asesinados cobardemente por quien se supone debería cuidarlos; en este paso del 15 al 16 sólo ha habido muertes, no sé porqué se celebra, cuál es el triunfo de este camposanto en forma de cuerno; pura muerte, así ocurrió hace más de 200 años, y se repitió en 2008...
En esta efeméride de luces contaminantes tendría que recordarse con odio a todas las putas madres y a los putos padres que abandonan a sus hijos a su mala suerte, que hacen como que les importan sus vástagos pero sólo cuando les sirven de pretexto para justificar su asquerosa falta de compromiso y responsabilidad. Los hijos que dios te mandó también roban y se prostituyen junto a la bandera tricolor, un perro ladra y luego orina mientras suena el vals que Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó plagiaron.
De la nacionalidad trasnochada cabría, además, señalar la idiosincrasia gandallezca que caracteriza al paisano, el mismo que no da paso sin huarache, que no tiene un petate para caerse muerto, aquél que pide fiado hoy, mañana y pasado; el gran mexicano que se la pasa soñando melodramáticamente y que se ríe de la desgracia de la cual él es el mensajero, ése es el xhingón.
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