lunes, 22 de junio de 2015

Doméstica

  La gelatina de limón está temblorosa y preocupada, espera ser devorada por las personas desanimalizadas que habitan la casa en donde se encuentra este alimento hecho a base colágeno. Conciencia gelatinosa de las cosas. Cosificación del mundo desde la perspectiva de un gel sabor cítrico verde que siente miedo. Como suplicio, la gelatina se quedó afuera, enfriándose poco a poco, la tortura inhumana. Una mosca ha caído en su interior porque ni siquiera la taparon, se confunde entre las pasas, pasa desapercibido el insecto con alas. En la calle ya suena el trajín diario que sirve de despertador. Agua purificada en garrafón, a sólo diez pesitos. Cuando piense en gas piense en las explosiones de San Juan Ixhuatepec. Tamales de carne, asesiné a mi vecino y lo hice pedazos, también hay de dulce, atole de guayaba. Entre otros anuncios sonoros matutinos que la gelatina escucha como recordatorio de su muerte inminente e inevitable. Los habitantes de la casa donde la nerviosa gelatina espera su fin, se levantan y asisten al desayuno colectivo que ellos llaman familiar. El postre hasta el último. La gelatina es asesinada rápidamente, con harta crueldad. Entre el ruido de trastos y comentarios vanos se escucha una queja amarga: "¡Había una mosca en mi gelatina!".

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