que son la gran mayoría,
me dicen "Adáptate".
Para ellos las reglas son lo primero,
repiten los esquemas establecidos porque así es más fácil vivir,
no puede ser de otro modo;
según su inamovible punto de vista,
que es el que rige,
desgraciadamente,
lo mejor es ir con la corriente,
tragarse el anzuelo y sonreír,
dar las gracias y agachar la cabeza.
Estos jóvenes están muertos por dentro,
apestan a sumisión.
Se comen el mundo para vomitarlo después,
es la regurgitación del progreso.
Sería muy extraño que intentaran cambiar algo,
la ortodoxia es el sino de la juventud;
eso de ser revolucionarios es un infundio
que se utiliza para vender playeras del Che,
una válvula de escape para ignorantes,
un negocio para los viejos empresarios,
que también fueron jóvenes alguna vez.
Aunque saben que las cosas no son justas,
de verdad lo saben,
alientan a otros jóvenes para que sigan sus pasos,
siguen caminando sobre brasas,
a pesar del dolor promocionan la ruta del sometimiento.
Y yo voy por ese mismo camino,
digo sí mordiéndome la lengua,
acepto las sobras que me tocan.
¿Qué he aprendido?
Nada, absoluta y tristemente nada.
Muevo la cola y me voy a mi rincón.
Soy un buen perro conservador.
me dicen "Adáptate".
Para ellos las reglas son lo primero,
repiten los esquemas establecidos porque así es más fácil vivir,
no puede ser de otro modo;
según su inamovible punto de vista,
que es el que rige,
desgraciadamente,
lo mejor es ir con la corriente,
tragarse el anzuelo y sonreír,
dar las gracias y agachar la cabeza.
Estos jóvenes están muertos por dentro,
apestan a sumisión.
Se comen el mundo para vomitarlo después,
es la regurgitación del progreso.
Sería muy extraño que intentaran cambiar algo,
la ortodoxia es el sino de la juventud;
eso de ser revolucionarios es un infundio
que se utiliza para vender playeras del Che,
una válvula de escape para ignorantes,
un negocio para los viejos empresarios,
que también fueron jóvenes alguna vez.
Aunque saben que las cosas no son justas,
de verdad lo saben,
alientan a otros jóvenes para que sigan sus pasos,
siguen caminando sobre brasas,
a pesar del dolor promocionan la ruta del sometimiento.
Y yo voy por ese mismo camino,
digo sí mordiéndome la lengua,
acepto las sobras que me tocan.
¿Qué he aprendido?
Nada, absoluta y tristemente nada.
Muevo la cola y me voy a mi rincón.
Soy un buen perro conservador.
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