Cuánta gente derramando belleza en la pista de baile, danzando porque sí, sudando la gota gruesa de la alegría. Las voces de los presentes copulan y nacen de ahí (del ahí), en nueve segundos, esas flores que huelen a ganas de seguir escribiendo, la música como cuento, la vida como poema, la muerte fuma mota.
Fueron horas locas en las que todas las cosas brillaron, el sol estaba tan ebrio que amaneció dos veces. Diecinueve de enero de dos mil dieciocho, qué día, qué noche, qué madrugada con sus tacos y cervezas, con sus guitarristas locos que enamoran a las muchachas con sus solos de miradas.
Los instrumentos musicales jamás dijeron basta, aun en sus estuches seguían sonando sus vastas melodías. El libro fue un pretexto para reunirnos, otra vez, y decirle sí a la vida, sí a la Flaca, sí al no, ¡cuánta afirmación nomas porque sí!
¿Y el sentido de todo esto? Nosotros se lo dimos, se llama agradecimiento y sólo por esas horas valió la pena la pena. El sufrimiento tiene paréntesis. Ahora, a seguir caminando en la cuerda floja de la existencia. Hartas gracias por sus gracias, por las gracias de las gracias y los besos en el alma.
Fotografía de Jorge Arce
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