A propósito del pleito ranchero entre
editores/correctores y los tristes escritores, un libro que leí en 2015, El
volcán, el mezcal y los comisarios, escrito por Malcolm Lowry y traducido
al español por Sergio Pitol, con prólogo de Juan García Ponce, tuve la edición
de la Dirección General Editorial de la Universidad Veracruzana, 2008. Después
escribiré sobre estas traducciones de Pitol y la colección que las reúne.
El libro de Lowry está divido en dos
partes, en cada una de ellas una epístola, un par de largas y reveladoras
cartas. La primera de éstas va dirigida a Jonathan Cape, editor inglés de Bajo
el volcán, contiene diez apartados marcados con números romanos
donde el autor le explica al editor, detalladamente, porqué le es imposible
realizar los cambios que éste le sugiere para que la obra sea más
"accesible al lector".
Con una amabilidad no exenta de ironía,
Lowry desmenuza los comentarios del editor, con la maestría del artesano, manos
con callos, son echados abajo las mercadotécnicas sugerencias de Cape: "Al
emplear la palabra 'lector' en el sentido más amplio quisiera comentar que si
'El volcán' parece tedioso al principio o no, dependerá del estado de ánimo del
lector y de su preparación para comprender la forma del libro y la verdadera
intención del autor".
Lowry defiende su novela, hasta la última
coma, porque en esas páginas se encuentra lo necesario, nada sobra, nada falta:
"Pues el libro ha sido diseñado, contradiseñado y soldado de tal modo que
puede leerse un indefinido número de veces, sin agotar todos sus sentidos, su
drama o su poesía".
La segunda carta, la otra
mitad de El volcán, el mezcal y los comisarios, está firmada el
15 de junio de 1946, Lowry la envió, desde Canadá, al abogado Ronald Paulton.
Esta misiva narra cómo Lowry fue acosado, perseguido y torturado
psicológicamente por las autoridades mexicanas, quienes, sin leer el libro,
puros rumores, decires y chismes, anatemizaron a Bajo el volcán (1947)
por supuestas injurias contra el espíritu nacional. ¿Ha leído usted, el lector,
esta obra? Recomendable también adaptación cinematográfica que hizo John
Huston.
Largas esperas, funcionarios
incompetentes, sobornos, robos, más sobornos, maltrato, viajes innecesarios,
aislamiento, oficinas, trámites absurdos, la justicia burocrática nacional
contra un escritor inglés que se quedaba, poco a poco, sin dinero y sin
comunicación con la embajada de su país. Lowry conoció el rostro de México sin
máscara, ¡toma tu calaverita!
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