"Caliche Caroma, de Morguelia para el mundo (de los poetas bienaventurados)"
Tal vez el texto que mejor describe Morguelia, el más reciente libro de Caliche, es (página 35):
"Si hay una poesía juvenil también existe una poesía adulta que llegará a la vejez, ésta pasó por la adolescencia e incluso fue poesía bebé. Me declaro seguidor de la poesía que aún no ha nacido"
Porque Carlos Rojas, como se hace llamar este vate de Prados Verdes cuando no es Superman, sino un simple Clark Kent que se dedica al oficio de la mentira periodística, es más que un poeta de maqueta, un poetón de parnaso o un poetita de esquina, un buscador de cachivaches poéticos, es decir: no encuentra, busca; o mejor dicho: no halla, lo halla el poema, pero es el poema que lo agarra en calzones, sin confesar, el poema no nato, como lo declara en el texto que acabo de leerles y que a mí me recuerda a Luis Rogelio Nogueras, porque el verdadero hacedor de poesía no quiere la poesía adulta, o la solemne, no busca la imberbe poesía joven, la pretenciosa, la lambiscona poesía de Corral de la Comedia; el poeta Nogueras y el poeta Caroma van por la poesía no nata, por el poema espermatozoide, el poema meco, si se quiere, el que sigue en los huevitos de su padre. Ese mecanismo de la belleza, ese precario provocador del mundo es el tipo de poemas que puede realmente salvarnos –si es que algo puede salvarnos-, pues es el texto que aún luego de ser escrito sigue sin nacer, nace luego, tras la lectura, luego del coito con el lector, cuando ya se ha ido, cuando éste ya ha abandonado el libro y plácido vuelve a su mundo, entonces, como un retortijón, como una mariposa de colosales proporciones se le siente en la panza y al final se pare: el poema ha nacido, como un eructo de la buena digestión del libro, pero ya apenas es sombra, apenas una reminiscencia de lo que fue en el autor y en el libro. El poema bebé ya no nos sirve, mejor será deshacernos de él antes de que se vuelva poema joven, poema adulto o peor: poema consagrado. La poesía quedó en aquel presentimiento que tuvo el autor y que luego fue también pre-sentimiento en el lector.
Por eso la poesía de Caroma es presentimiento –también resentimiento, pero ¿qué literatura no lo es?- presentimiento de lo otro. Es decir: Caliche Caroma, pre-sentimiento de Carlos Rojas; Morguelia, pre-sentimiento de Morelia; Prados Mueres, pre-sentimiento del hogar. La contradicción, dice Caliche, la maravillosa contradicción la aprendí de los libros, y así nos ofrece pesadillas rosas (fragmento, página 17):
"Tanto amor le ha hecho daño al mundo
Faltan aún las apologías del odio
El restaurante es del mesero que lo trabaja
Pero hay muchos meseros y se matan entre ellos
Llueven balas desde las azoteas de los hoteles
Rubios atletas se hincan cuando suena el rock
Bombas de hidrógeno compiten con el sol
Niños sin brazos corren por sus juguetes
Mentiras por mentiras igual a infundio al cuadrado
Las trompetas del apocalipsis están desafinadas
Ricos y pobres se forman en la fila de la redención
Marchan los funcionarios para exigir respeto
Este silencio asusta a los panteones"
En estas pesadillas se presiente el poema, pero apenas como un rumor, como un silencio que se niega a romperse completamente.
Y ¿tras de qué se esconde el silencio? Tras un ruido de marimbas y alharaca, tras la sinfonía cacofónica de Morguelia: el tianguis, donde las mujeres piden el amor como taco y para llevar, las calles atestadas de baches, los cláxones, los sí pues, los ocupo, las marionetas de todos los días. En ese ruidal, en ese encabalgamiento de palabras, de improperios e injurias, tras esa jungla de alaridos se presiente el poema, dónde, tal vez Caliche lo expresa de la mejor manera:
"¿Alguna vez te has subido a la soledad del último camión?".
Y por eso es posible habitar una ciudad como ésta, por eso es posible leer un libro como el que tenemos en las manos: porque a pesar de todo, todavía se puede estar solo en algún rincón. Porque, a pesar de los poemas, en este libro, encontramos poesía (fragmento, página 31):
"La poesía está envenenada como el agua de los ríos que nacen en las nubes, y nos llueven poemas que deshacen nuestras camisas de fuerza
La poesía tiene venas hinchadas, testículos negros; rasurada la poesía, comezón a todas horas todas
Poesía vendida y arrastrada, los mercados con sus Nerudas, Cernudas, frituras, fritangas, pasta dura"
Y algo para bailar (página 46):
"No hay un muro en el universo
que detenga a este corazón,
grito a los vientos mi verso:
¡he de bailar el pasito perrón!"
Algo que nos recuerda a Bukowski (fragmento, página 29):
"Mi madre llegó borracha,
no pude dormir anoche
porque olvidó sus llaves
y el amante orinaba
mientras ella las buscaba.
Vivo en el segundo piso,
la casa familiar es la cueva
donde mis hermanos y otros
—otros son aquellos esporádicos—
se han resguardado del afuera.
Mi madre toma mucho,
quizá sea porque mi padre
la golpeaba-humillaba y hoy,
después de catorce años
en los que mamá ha sido libre (¿?),
su pareja también la veja".
Y algo que ya no ocurre con los poetas de hoy, envenenados por el intelecto y la mampostería. Si uno de los logros de Carlitos es que se atreve a ser vulgar, cachondo, inculto, bruto, salvaje, otro y al que no se atreven los poetas actuales es que se atreve, también, a ser cursi (página 43, Genuflexión verbal #12):
"Toda la tristeza del mundo cabe en una sola de tus lágrimas".
Y por último, se atreve, a mirarse en el libro como quien se mira en un espejo, y a entregarnos ese espejo a nosotros como un mapa de la soledad o una geometría del presentimiento (fragmento, página 65):
"Espejos que escuchan absortos los cuestionarios de los ministeriales: conoce usted al retrato, en dónde estaba cuando la inversión de la imagen, para quién trabaja la dirección del reflejo. Los espejos, por supuesto que fueron los espejos, la culpa es de ellos, lo saben todo y guardan silencio. Los espejos son cunas, oráculos y tumbas. Lo que aquí ocurre ya ocurrió en los espejos, el mundo es espejo antes de ser mundo; geometría maligna que se adelanta a lo que será. Espejos que se divierten con la bestia de dos espaldas en los moteles, sin parpadear, iluminados de fluidos, vaho en el baño, la televisión prendida."
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