martes, 16 de junio de 2020

Antonieta, otra vez yo

Muy querida ausente:

Te saludo con más tristeza que gusto, no es por ti, es por mí, por la confusión en la que vivo. Han sido días terribles. Te cuento lo más reciente. No hace mucho que tuvo lugar una protesta de mujeres por la violencia ubicua y democrática, pues mueren niños, ancianos y hombres por igual. Lo cruel es la vulnerabilidad, aunque suene a comparación, son ellas las que se llevan la peor parte, esto más la indiferencia. Tú sabes bien de lo que hablo.

Después del poco caso, vino el hartazgo. Las mujeres marcharon en la capital, pintaron muros, gritaron, quemaron y destruyeron muebles, decir que fueron todas es una exageración, pero también lo contrario es infundio; llegaron al Ángel de la Independencia, obra de ‎Antonio Rivas Mercado (tu papá), ahí hicieron pintas en la parte inferior, mucha gente se quejó, a otros tantos les dio gusto. Sé que no tienes ningún problema con esas acciones, si por acá anduvieras, seguro hubieras marchado al frente, jefa por naturaleza.

Por esta impulsividad que me caracteriza, escribí unos párrafos al respecto. He sido criticado después del texto "inocuo" que sólo está en las redes sociales, "puro bla bla bla", reclamo con reminiscencias marxistas. La verdad, poco me importan los detractores que no aportan nada, aún así me llamaron la atención algunas actitudes y de esto te quiero hablar.

Como tú, yo tampoco me considero feminista, lo cual no es ninguna novedad; hay quien dice que los hombres no pueden participar del feminismo, otra exageración llena de odio. Soy más misántropo que feminista, y ambas palabras están la zeta de mi diccionario. Sólo reaccioné a los insultos que varios conocidos lanzaron sobre las mujeres que participaron en la protesta. No soy bueno para la otra mejilla, mucho menos para la prudencia.

Imposible será quedar bien con todos, ¿quién desea tal barbaridad? Además de oportunista, ahora soy señalado por tener "amigos" acosadores, incluso se me acusa por mi relación sanguínea, en mi familia existen verdaderos depredadores. Te había hablado antes del dolor que me causa esta situación, pero tampoco puedo asumir la responsabilidad de algo que no me corresponde. Amigos y familiares vienen con virtudes y defectos, y si algo he aprendido es que somos seres para el error, de él venimos y hacia allá nos dirigimos. Esta caída es colectiva. Podría ser congruente y no sólo cortar con los "malos", sino cortarme las venas, el cuello. Yo sí fallo como suicida.

Hay crímenes imperdonables, y existe la redención. ¿Qué te puedo contar a ti de eso? A veces quiero creer que se trata de una paz comunitaria, pero la guerra sólo quiere sangre y nosotros estamos pletóricos de ambas. No me arrepiento de haber entablado relaciones con seres maculados, yo soy uno de ellos, tropiezo, así te conocí, Antonieta. Muy lejos quedó la pretensión de ser una buena persona, ando con tiento, tratando de hacer el daño menos posible a los demás, y aun así piso las manos de los que algún día me saludaron.

Te dejo con estos, mis enredos senti-mentales. Y como ya es costumbre, me despido con tus palabras, porque expresas lo que yo sólo balbuceo:

"El cultivo de la mujer será el exorcismo que la limpie de su 'bondad pasiva', provocando reacciones que hagan cesar en México la repetición de un siglo de historia como el que contamos desde nuestra independencia (El Sol de Madrid, febrero de 1928)".

Tuyo en intermitencias, Caliche Caroma.

No hay comentarios: