"La guerra es la madre de todo, la reina de todo, y a los unos los ha revelado dioses, a los otros, hombres; a los unos los ha hecho esclavos, a los otros, libres", es la frase que se le atribuye a Heráclito de Éfeso, también conocido como "El Oscuro". Cada que veo las noticias me acuerdo de estas palabras y también del filósofo que las pronunció, cuasi profeta y observador agudo, atinada su descripción, disparo de verdad.
Quizá interpreto mal, tergiverso cada uno de esos vocablos heracliteanos, los leo a la sombra de los sangrientos acontecimientos que me han pasado rozando. Un mundo en conflicto. Nací en 1983, los EUA invadían Granada cuando yo tenía cuatro días en el planeta. Es un asunto de topografía, cerca o lejos de la guerra, mas no ausencia de batallas. Las hay frías, calientes, desérticas, con submarinos, de baja intensidad, espaciales, musicales y amorosas: "Quiero una guerra contigo, pero una guerra de abrazos, quiero un tiroteo de besos y estrecharte entre mis brazos".
Creo que sí me equivoco con las palabras de Heráclito, quizás sólo es la referencia a la batalla de las cosas por el cambio inevitable, pero luego regreso a las lecturas y recuerdo que también Aristóteles, en su "Política", habló de la necesidad de guerrear, o de menos tener un buen ejército, cito/parafraseo de memoria que me falla como pistola que se atasca: "Todo estado que se precie de ser poderoso debe tener un buen ejército". Lo castrense marca el ritmo de la tecnología, el arte y hasta de la comida: computadoras, museos y enlatados.
Uno de los sueños más recurrentes en la vida mía es aquel en donde me encuentro atrapado en una revuelta de gran magnitud; el saqueo, las violaciones, la muerte, he aquí lo normal en esa realidad onírica. El sueño repetitivo tiene finales diferentes, se trata de las formas en las que me asesinan: linchamiento, fusilamiento, arrojado al mar, colgado, decapitación, empalamiento, et al. Vasta es la imaginación cuando uno duerme: "Si en medio de la guerra me llegan a matar". Lo curioso es que no me da miedo, por eso no dije pesadilla. Ser para el servicio militar.
El descubrimiento de las armas, o al revés, como explica Marco Aurelio Denegri: "Son las armas las que descubrieron al hombre". En el sueño del que hablo estoy sin armas, ni siquiera una navaja, piedra o palo. Lo que sí hago es tratar de entender lo que está pasando, ¿por qué la gente pelea/peleamos?, cuestión que ningún soldado de mis sueños contesta, e incluso les molesta la pregunta: "Que le corten la cabeza por preguntón". ¿Por qué guerreamos? Sí, uno pregunta cuando sueña y sueña que pregunta. La guerra somos nosotros.
Aún no he matado a otro ser humano, pero conozco a quien sí lo ha hecho. Tuve un amigo que cayó preso porque se echó a tres personas, lo fui a visitar un día a la cárcel. Cuando estaba con él, ya en confianza, le pregunté cómo había sido eso de quitarle la vida a alguien más. Me respondió tranquilo, como quien sabe la respuesta de memoria: "Al principio me dio un poco de miedo, después quise más sangre, más muerte; no se trata de quién te la hizo, sino de quién te la pagará. La venganza era mi móvil, luego fue por puro gusto. Si tuviera otra oportunidad, me haría soldado, así mataría con licencia".
Zoon Pólemos. El éxito de las películas de guerra y los madrazos a la vuelta de mi casa; los chavos-chavas con sus uniformes militares llenos de parches anarcos y los desfiles castrenses con tablas rítmicas. Las percusiones guineanas con sus tamboreros que también son tenientes, coroneles y generales. El bochito "Kraft durch Freude Wagen" y "Pantaleón y las visitadoras". Todo es guerra: "La vida es una guerra sin tregua, y morimos con las armas en la mano", Schopenhauer.
martes, 16 de junio de 2020
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