No sé si el honorable conozca aquel cuento en donde un arriero sale de viaje con su nieto y su burro, cruzan caminos, montes y páramos. En su trayectoria pasan por varios pueblos, en el primero de estos los dos humanos van caminando al lado del burro, entonces el viejo escucha que la gente murmura: "Mira a estos dos imbéciles, prefieren cansarse y dejan desaprovechado al animal".
En el siguiente pueblo el señor decide subir al chamaco al burro, cuando pasan al lado de unas personas que están afuera de una tienda se alcanza a escuchar: "¡Qué muchacho tan cabrón! El pobre anciano es el que debería ir arriba del burro". El hombre algo molesto sigue su camino.
Al llegar al tercer pueblo, es el viejo quien monta y el niño camina a su lado. Ocurre lo mismo, unas señoras que van pasando interpelan al arriero: "¿No le da vergüenza, señor? Mire nada más al pobre muchachito, no puede ni con su alma y usted arriba del burro". Sin contestarles, los viajeros siguen su camino.
En el cuarto pueblo abuelo y nieto montan al burro, casi salen de la comunidad cuando se encuentran con un grupo de beatas y beatos afuera de la parroquia, esto es lo que alcanza a oír nuestro personaje: "¡Qué desconsideración con el pobrecito animal! Estos dos van muy a gusto arriba del burro y la bestia se ve que ni agua ha tomado".
Creo que el cuento termina con la reflexión del viejo acerca de ignorar los comentarios de las demás personas, pues siempre tendrán una visión parcial de los acontecimientos, además de que no se le puede dar gusto a todos. Y bueno, en esta narración el burro soy yo.
martes, 16 de junio de 2020
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