No hacemos sino balbucear, a favor o en contra de cualquier tema y, nada más por este movimiento primario, creemos que tenemos razones, argumentos y pensamientos sobre las cosas. La risa universal parca se muestra, ja. El pecho hinchado, el caminar orondo, la bragueta abajo. Qué graciosos los humanos.
Equivocación enquistada, disfrazada de verdad, con su persistente voluntad, somos lo que dura la palabra somos. Suficiente una vuelta por este aparador de vergüenzas colectivas (lo estupefaciente tecnológico) para comprobar el fracaso de la espesa especie a la que pertenecemos (¿?). Las caras nos delatan, el rostro como zancadilla.
No tiene raza el remedio, género, clase o color, la cura se llama muerte y, al contrario de nuestras opiniones, ésta no falla. "Inyéctame de verdad", grita el suicida. Certera la calavera. Qué maravillosa es la vida, porque se acaba. Un punto final que no se conmueve con poemas, rezos o imprecaciones. Viva el silencio desde esta contradicción, vivan las fenecidas estrellas, viva la sangre de la historia y la ficha necrológica que resumirá el error de la existencia.
martes, 16 de junio de 2020
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