martes, 21 de enero de 2014

  Comienzo a finalizar desde el cuerpo que soy. Los vidrios de las ventanas de mi alma están estrellados. La causa y el efecto se pueden ir, los alcanzo más tarde, de noche, cuando el sol esté de cabeza. Voy en bicicleta viendo la hora en el reloj de lo relativo. Estos enunciados se sacuden como si fueran trapos, trapos sucios, trapos limpios, por más que trapo no te ensucio. Cada vez que la gente habla de los festejos y los aniversarios me pregunto: ¿qué es la gente? Y no encuentro libro alguno que me dé respuesta, que me dé un taco de sabiduría. ¿Por qué festejan la violación de los recién nacidos? Comienzo por el final, ya estoy advertido, he de morir viviendo. Risas, aplausos, bancas, riñones, un montón de cristales rotos flotando en el vaso con agua, vaso de agua, vaso sin agua, vaso y agua. Hago el favor y pido mis pagos. Debo tanto que escribo cuentos que parecen poemas que dan risa que el queísmo destruye. Finalizo en medio de las piernas de un normal, porque lo normal es el asesinato de las moscas.

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