lunes, 25 de agosto de 2014

El método anal

Hoy en la mañana fui al mercado con Raquel y mi perro. Todo iba bien hasta que un pit bull, aparentemente sin dueño, se acercó y se la hizo de jamón al Fuchi, así se llama mi perro.

Fuchi es un perro mediano, en realidad no sé si sea de alguna raza, tal vez de la raza cósmica, vasconceliano. El punto es que el pit bull se lanzó al cuello del Fuchi con la intención de matarlo, quizá tenían alguna rencilla antigua, una novia en disputa.

En el desmadre la pierna de Raquel quedó enredada con la cadena de paseo. Tiró varias cosas del puesto de quesadillas en donde estábamos desayunando, inclusive el tanque de gas fue a dar al suelo. Un señor se fue sin pagar y la quesadillera gritaba desesperada "¡Mis cosas, no agarren mis cosas!", pero era demasiado tarde, su establecimiento nómada había sido destruido por la rencilla canina.

Con dificultad pude quitar la cadena de la pierna de Raquel, pero las mandíbulas del pit bull estaban destrozando el cuello de Fuchi, al menos eso creímos por la escena de terror que tenía paralizado a medio mercado de los jueves, todo esto sucedió en Prados Mueres.

Les aventaron agua fría, les dieron patadas, golpes varios, amenazas e insultos, nada de lo que hacía la gente hacía efecto, parecía que Fuchi moriría en las fauces del desconocido animal.

En eso estábamos cuando Raquel dijo "¡Métele un palo por el culo!" Agarré la escoba del puesto de quesadillas y le metí la mitad del instrumento de aseo en el ano del pit bull, la mitad por el lado del mango; inmediatamente el gandalla soltó al Fuchi. Éste se salvó milagrosamente, el collar de cuero no permitió que los colmillos llegaran a su cuello.

Estoy sorprendido por la solidaridad de la gente, pero también enojado por la actitud del dueño del pit bull, muy irresponsable y culero eso de dejar que su perro ande por ahí matando a otros perros como deporte, la culpa no la tiene la mascota sino el que la educa. La moraleja de todo esto es que aprendí la técnica de pícale el culo, y bueno, el Fuchi está vivo.

Diputados locales narco satánicos

  La colonia Prados Verdes no es un lugar muy recomendable para los turistas, no para esos turistas que viajan en familia, quienes vienen a esta colonia lo hacen con la intención de saciar sus más bajos instintos, es peligroso y más a las doce de la noche, el embotellamiento drogadicto y mañoso de la ciudad de Bombelia aquí tiene su cuello de botella, tráficopesado, a estas horas todo se puede conseguir, lo que uno quiera, desde un toque de mota hasta un riñón, mujeres, niños, delfines, todo. Y yo estoy aquí, caminando tranquilo en busca de algo, con la mirada precavida, poco a poco se me acercan los vendedores ofreciéndome su mercancía, ¿Qué vas a querer güero? Nada, busco al Brujo. Aguanta la vara, voy a preguntar si te puede recibir. El ambiente es oscuro, los focos del alumbrado público han sido quebrados a propósito, una calle es igual a la otra, así es más fácil escapar si hay alguna redada, pero casi nunca la hay, los mismos policías se surten aquí. Las risas y gemidos de las casas de citas llegan hasta mis oídos, me imagino a una gordita chupándome el pito. ¿Qué se te perdió güero? Brujo, necesito un favor, sabes que no vengo a tus terrenos por mero gusto, odio que las malas lenguas hablen de mí sin razón. Sin tanta mamada cabrón, ¿qué quieres? Estoy buscando información sobre el asesinato de la chavita que apareció en Tarímbaro, a la que violaron y desmembraron. Yo no me meto en esas chingaderas, soy decente, no me confundas con tu gente, esos patrones tuyos son a los que les gusta hacer sufrir para que se les pare el pito, ya están viejos los diputados. No sé de qué me hablas Brujo, yo ya no trabajo para el gobierno, ahora voy solo, por mi cuenta, pero sígueme contando más. No te hagas uei, tú bien sabes que esos cabrones son narco-satánicos, como el Adolfo de Jesús Constanzo, uno de esos viejos es su primo. Esto no lo sabía, y sí me suena el nombre de Adolfo, en los años ochentas hizo ruido, creo que fue en esos años, gracias por la pista brujo. Ten cuidado güero, esa gente te conoce y si te metes con ellos no habrá quien te ayude. Con estas palabras me despide el Brujo, no me da miedo. Sabía que a un grupo de diputados locales les gustaba hacer fiestas en las que sacrificaban animales y tenían orgías pero la muerte de la chiquilla fue demasiado, su padre, un profesor de la universidad, es una persona tranquila, ¿por qué hicieron sufrir de esa manera a la muchacha, a la niña? No entiendo, la autopsia dice que la violaron 60 veces. Y luego sus huesos rotos, cada dedo de las manos, de los pies, destrozados, los dientes arrancados, sin orejas, sin nariz, sin corazón. Tengo que resolver este caso.

  Son las diez de la mañana cuando me presento ante López, un joven diputado izquierdoso que me debe algunos favores. Le platico mis sospechas y se indigna. ¿Estás loco güero? Cómo se te ocurre algo así, y justo en tiempos electorales, te pido que guardes silencio, no hagas públicas tus sospechas. Entonces dame información, si tus colegas están limpios no diré nada, pero si no me ayudas hoy mismo mando una nota a los periódicos, y sabes que lo puedo hacer. Güerito, sólo te pido que no vayas a decir que yo te dije algo, porque me madreas y te madreo, así funciona: Hay una reunión que se hace cada año entre todos los partidos, regularmente se sacrifica a algún animal grande, pero este año por las elecciones creo que se les pasó la mano, pero es mejor dejar abierto el crimen, que se corra el rumor de que un marihuano la mató. Es por tu bien, si no te apreciara ni te diría nada y lo único que encontrarías sería la muerte, ándate tranquilo que ya lo sabes. ¿En serio? Muy bien López, tendré cuidado.

  No lo tuve, descubrí el nombre de cada uno de los diputados narco-satánicos, encontré la casa donde se llevó a cabo el ritual sangriento, tenía las pruebas suficientes para que se arrestara a los culpables. Ahora estoy en una prisión de máxima seguridad acusado de haber cometido el mismo crimen que investigaba. Ten cuidado Güero, ten cuidado.

Percusión y comunidad

  La percusión es considerada por muchos como uno de los primeros instrumentos musicales que la humanidad descubrió y desarrolló, alguien en algún momento tuvo la feliz ocurrencia, o idea (¡vaya usted a saber!), de golpear una piedra contra otra, aplaudir, patalear, tamborilear con los dedos e incluso destazar a algún compañero o enemigo para elaborar aquellos míticos tambores de piel de hombre o mujer; antes de ser melódica la voz seguramente fue utilizada como una secuencia más o menos rítmica que acompañó a las primeras fiestas alrededor de una fogata, en fin, repetición y coordinación como elementos claves de la percusión.

  La cosa no es tan sencilla como parece, ya que gracias a su antigüedad las percusiones tienen una tradición móvil que las acompaña, un desarrollo técnico que cada ejecutante le ha impregnado a tal o cual instrumento, a su historia, hasta llegar a la innovación constante que, aunada a las nuevas tecnologías, complejiza el asunto, un ir y venir de lo primitivo, primero, a lo contemporáneo.

  El tambor que suena en Guinea, Cuba, México, Japón, España, se renueva y se alimenta en pulsión vital que va más allá de cualquier frontera. Porque ¿qué es la música sin el elemento percutivo? En la tradición occidental ha tenido una incursión tardía pero importante, Wagner por ejemplo. Durante años los compositores estuvieron renuentes a utilizar la percusión en sus obras, quizá debido a la creencia de que sólo la melodía y la armonía estaban conectadas con lo divino, la percusión, en cambio, remite al cuerpo, a lo satánico, al reino de este mundo. Había, y quizás haya todavía, una aberración generalizada hacia lo terrenal por estas sinrazones, la tonta pelea de lo eterno frente a lo perecedero, sin embargo hubo un momento en que ya no se pudo evitar la incursión de la percusión en la música clásica, pues es imposible entender lo infinito sin tomar en cuenta lo finito. La percusión se fue metiendo poco a poco en lo clásico, como pasó con el la noción del cuerpo en las teorías filosóficas, en la religión y en la política.

  Morelia, conflictiva ciudad, ha visto nacer a muchos ensambles de percusiones, dichas agrupaciones son: Zarahuatos, Kandumba, Popochtli, Purembe D’jembe, Olubatá, Folikanuya, entre otros. Estos colectivos tienen diversas raíces pero principalmente se deben a la tradición africana, específicamente la cultura Malinké. Folikanuya es un grupo de danza y percusiones africanas que está dirigido y coordinado por el músico multiinstrumentista Jorge Pointelin. En sus interpretaciones e improvisaciones se encuentran elementos que es importante resaltar, el trabajo en equipo es uno de éstos, coordinarse para lograr un fin que alimenta al espíritu de lo humano, porque como dijo alguien “la música tiene un plan” y es un plan comunitario.

  Otro elemento a resaltar es la polirritmia, la posibilidad de escuchar al otro con atención e interactuar con él, conversar en la música a través de varios discursos amalgamados, porque la mayoría de veces ignoramos a los otros, y no sólo en lo musical, hay que aprender a conjuntar nuestras ideas y darles coherencia y consistencia con las de los demás.

  Folikanuya, ensamble de percusiones que lucha con sus armas por un mundo en el que se pueda bailar y reír, que se acabe de una vez por todas el discurso vacío de los políticos arrítmicos y que suene el tambor, la danza del compartir. ¿Repercutirá la percusión en nuestros corazones?
  He aplastado a miles de moscos con mis manos y sin embargo me siguen picando por todos lados. Camino diariamente por la misma avenida y a pesar de esto el trayecto no se ha hecho más corto ni menos pesado. Platico con mis amigos desde hace varios años y todavía tenemos muchas cosas por decirnos. Escribo a mano una cuartilla cada día y aún no puedo terminar este cuaderno de mi vida.
  Noticias globalizadas donde el mundo está cada vez más enfermo, el total de relaciones es un alud de podredumbre, la incorrecta y engañosa información dada por locutores con problemas de dicción ataca a las buenas conciencias que lo único que buscan es un café con leche por la mañana, y también los periódicos mienten en su consuetudinaria existencia, la red de una araña ubicua que atrapa a la mosca de tu atención, televisión privada de la verdad, ni siquiera a lo verosímil podemos acercarnos porque nos muerde, de lo nacional vulgar a lo absurdo mundial. Y no es que todo tiempo pasado haya sido mejor, es la densidad demográfica y decepción generalizada, la ausencia de esperanza, eso es, lo único que buscamos es el fin de semana de la vida. Veamos, escuchemos, leamos: Pandemia de la estulticia ocasionada por el águila que come víboras enfermas, fiestas orgiásticas de funcionarios obesos alzando la mano para pedir otra copa, reformas del recto hacer con bailarinas exóticas que tienen hijos que mantener, asesinatos en las escuelas primarias antes del recreo, traficantes de bolsillo que venden órganos humanos en los mercados para ricos, baches en los cerebros de la opinión pública en donde se tropiezan los pensamientos, bombardeos de justicia y democracia, corrupción de la corrupción en el cuadrado de la ambición, inundaciones y terremotos con alevosía y ventaja, ignominia en las redes sociales, partidos políticos trabajando duro en la empresa de los secuestros y las desapariciones, mensajes presidenciales dirigidos a los cangrejos con traje y la buena nueva es que también es infundio nuestra existencia.
  Y entonces vi el anuncio, "Clases de Ortografía", fue como una epifanía, quería preguntar por los costos y los horarios pero el maestro ya se había ido, al otro día regresé y el anuncio ya no estaba. Estoy condenado a llevar el estigma de las orejas de burro que me pusieron en la primaria.

Castigados

Los parques metálicos añoran los colores de las flores,
desde sus bancas de plástico los sin casa tosen limosnas,
las empleadas domésticas domestican a los salvajes niños,
columpios limpios en donde algún violador espera paciente,
pocos árboles cómplices quedan para cometer los crímenes.

Lluvia ácida que corroe las pequeñas cabezas de los infantes,
juegan a la guerra nuclear con sus grises uniformes escolares,
sus delirantes pensamientos son hermosas caricaturas violentas,
los perros famélicos ensayan ladridos mientras buscan algo,
la basura es para ellos alimento sagrado que les da un perro Dios,
las infantiles pedradas quiebran huesos caninos y hambrientos.

Madre y padre en sus trabajos consiguen detener la miseria,
instantes en los que la felicidad es una pizza a domicilio,
un programa repitiendo el mensaje adoctrinante del refresco,
la oficina pulcra en donde se teclean el olvido y la familia,
el día del descanso laboral en donde se preguntan pocas cosas,
"Me dijo Lupe que le pegaste a un perro de la calle, eso no se hace".

Sobre el infierno católico

  Estaba meditando en el baño cuando de pronto sonó el teléfono, decidí no contestarlo ya que no esperaba ninguna llamada importante, de hecho no esperaba llamada alguna, importante o no. Seguí concentrado en mis reflexiones deyectivas, la evacuación de aquello que mi cuerpo no necesitaba era la prioridad, el teléfono volvió a sonar insistente, molesto ruido que violenta nuestra intimidad, la estúpida y a veces necesaria localización a la que nos exponemos a todas horas con estos aparatos de supuesta tecnología y progreso. El número que aparecía en la pantalla no tenía la clave local, no lo reconocía, además eran las ocho de la mañana, ¿quién necesita oír mi voz a estas horas?, y otra cosa, ¿para qué traje el celular al baño? Lo ignoré, pero el sonido del timbre apareció por tercera vez, apliqué la sabiduría popular: la tercera es la vencida, y si está vencida hay que apiadarse de la derrota de los otros, perdí el sentido nietzscheano que va más allá de la perdición de los demás. Contesté de mal humor, con las palabras estreñidas. "Bueno, ¿quién habla?". Un silencio desconcertante. Colgué, mejor dicho, apachurré el botón de finalizar llamada. Intenté concentrarme de nuevo en mi actividad matutina. Y de nuevo el teléfono. Esta vez inquirí más extensamente. "Sí, ¿a quién busca? Por favor deje de estar molestando, son cuatro veces las que me ha marcado, ¿qué quiere?". Una voz femenina respondió "Buenos días señor Carlos, le estamos hablando desde las oscuras tuberías de esta ciudad, queremos informarle que sus deshechos se han ido acumulando en una de nuestras salas de espera, usted puede pasar a recogerlos desde el día de hoy a partir de esta hora, le agradeceremos que pase lo antes posible ya que el espacio que ocupa su mierda y orines genera un gasto de almacenamiento de dos mil pesos diarios, la dirección le llegará en un mensaje posterior, por su atención muchas gracias". No pude evacuar, estaba sorprendido por esta llamada, qué gente más extraña, ¿realmente había alguien que se dedicaba a juntar mis excrecencias para después entregármelas todas juntas? Entonces pensé en el infierno católico y todo tuvo sentido.

jueves, 7 de agosto de 2014

  Hay maestros hasta debajo de las piedras, en las alcantarillas, la ciudad es una escuela y te cobran caro, por mes es más barato. Clases de clases, cursos de recursos innecesarios, orgullosos diplomados, especialización y perfeccionamiento, el rito del documento. Los alumnos ya piensan en sus futuros alumnos, el conocimiento prostituido es el pan de cada día para el sindicato de la hipocresía, pero un pan en rebanadas a discreción, pan duro. Dejar de ser discípulo y maestro, balbucear por cuenta propia, hacer la masa, leer el libro, interpretar, tocar, bailar. Que desaparezca la figura de autoridad, éste es el comienzo.
  Sombreando en San Nicolás Obispo, debajo de un árbol recostados, viendo las mil y una posibilidades del verde que rodea a la ciudad del monótono humo. Contando historias improvisadas y desgajando al mundo-tierra-planeta en una frase, lo subterráneo de nuestras pasiones florece anaranjado, las nubes son cuentos, el golpe de realidad en los pulmones, respirar con todo el cuerpo, la circulación de la sangre alborotada, el curso del agua, el rocío de la mañana, la vida que pasa misteriosa en un insecto, geometría de colores, vacas, becerros, toros, pajaritos, San Isidro, el más niño de los santos. El señor que es dueño de la milpa de al lado se nos acerca amistoso, habla de su pueblo y de lo rápido que pasa el tiempo, de la flor de calabaza, de estos cerros que se resisten a la calvicie del progreso. Se despide de nosotros, "Voy a seguirle", y se va. Ya en la plaza del pueblo preguntamos por comida y encontramos los restos de un mercado. La piña nos guiña el ojo del antojo, un cuchillo y una banca, el dulce sabor del regreso.
  Nuestras voces barren y son la basura del entendimiento, nuestras voces son escobas de alambre dialogando con el gris pizarrón del suelo, hacemos negocio redondo con Orfeo descompuesto, pepenamos sus restos putrefactos recogidos del infierno. Hablamos, cantamos, zapateamos, tocamos instrumentos y hasta poemas componemos. Gracias a las estruendosas soluciones de la industria inteligente de lo humano, avanzamos vibrantes por la oreja de un dios sordo, o que se hace el sordo. Maldecimos con voz grave al creador por esa paz engañosa de la nada. Le reclamamos con los altavoces de nuestro rencor, un eco del carajo, una frecuencia vengativa. Guardamos el silencio y ni dormidos nos callamos, le roncamos al nosotros un discurso laboral, temblamos "ante la calma de la calma" de la boca sin moscas. A balazos festejamos a los difuntos, el sonido de la muerte es fuerte y despierta a los vecinos de la ausencia. Porque el nacimiento nos lo arrancaron a gritos, un río de murmullos desbordado a cachetadas, seguimos subiéndole el volumen a nuestro claxon de garganta.
  La casa del tiempo maltratada en su fachada. Con el corazón de aguarrás aflojas las brochas de la noche y te dispones a llenar de colores lo vacío.

Me llamo barro, Miguel Hernández

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
Él, triste pronombre solitario, sin ella.
  Ya no sé si estoy ahogado de espanto o delirando de llanto entre los peces del abismo, ¿quién soy yo para bucear entre los otros?

Nada en el 488

  Los argumentos son palos con clavos oxidados cuando te despiertas, es el debate de la congruencia a la hora de la lógica masónica, es cuestión de defenderse con lo que sea, menos con las uñas porque están sucias, microbios trogloditas en bicicleta van cubiertos de banderas por la avenida, te lavas los dientes con azúcar, el nacionalismo es una oración antes de ir a dormirse con los ojos abiertos. Por la mañana una porra te endereza la espalda desviada de tanto que te acuestas en ese sillón de echar la hueva, llegó la policía, nunca falta en estos textos la escoria judicial. Te echan de la que nunca fue tu casa. Es difícil que en la vecindad intelectual haya cuartos desocupados, le preguntas a la portera despeinada de grandes tetas si tiene un pesebre para ti, te ignora como si fueras lo que eres, en donde las palabras son pesos devaluados la poesía es polvo de hace muchas escobas, lo que el viento se llevó es tu infancia, allá va, junto a las habas pitagóricas, gases de lo que haces. Un lugar para pasar la noche con la cafetera que te acompaña guardada en la mochila mágica de las sorpresas, te desvelas de inteligencia en los rincones de una esfera chata que da vueltas como prostituta desesperada, hacer la tarea o ser una rata desempleada, dilema del definir las piedras de la banqueta, cualquier fenómeno con cloro se quita. Dejas las búsquedas de vivienda y te vas a viajar, en la carretera, como ejercicio, aplastas zorrillos y una que otra pesadilla, las letras se han extraviado entre el olor a mercado y el ajetreo consuetudinario de los anos corruptos que hacen leyes y levantan la mano. La conexión se siente, ahora ya tienes internet y teléfono, puedes marcarle a tu abuelita y decirle lo mucho que la quieres, mientes como sardina con jitomate, lo único que quieres es la herencia de estampitas: diplomas, documentos que te acreditan como dueño de ti mismo. Cuando escuchas en la calle una guitarra trovadora te dan ganas de dispararle al presidente por idiota, un balazo justo en medio de los ojos, si te atrevieras serías un héroe de la historia contemporánea y saldrías en las noticias. El caminar callejero te hace más salvaje de lo que eres, en esta realidad de las sabritas, caritas felices con glutamato monosódico, los niños acribillados de los dientes te sonríen, niños con cáncer de atención. La mala música de los fuegos artificiales del encendido de la catedral suena y maldices a los turistas basura, pero no oyen, están sordos porque los deshechos no tienen orejas, sin matar a nadie sigues tu marcha de indigente. En medio de la selva buscas una presa fácil para que te pague el día de furia que te sucede, no avanza el camión que te lleva a la chingada, el tren está pasando sobre los amantes gordos que se revolcaban de amor entre las vías, ya tienes casa otra vez y tus vecinos tienen fiesta matutina con charanda, se acabó el subsidio y llegó el suicidio del sentido.