lunes, 22 de marzo de 2010

Del relato de amor (Endecha 39), Agustín García Calvo

Fotografía: de Alí Torruco



¿De dónde viene esa voz
que me acosa y me hace preguntas?
de lo que sé y lo que no.
¡Qué lejos suena la música!
Y quiere aún que responda
y que de mí nada le acuda.
Bien, pues no, no lo sé.
¿Cómo quieres que sepa la tumba
qué es lo que guarda?
La greda, la grama, el viento, la lluvia
¿van a saber lo que son,
si son algo o cosa ninguna?
No, no lo sé.
¿Pretendes que un muerto
crea o deduzca que es un muerto ni nada
si ya ha olvidado figuras,
números, nombres y todo,
si se ha olvidado por nunca de él mismo,
si lo han olvidado de las ciudades y rutas todos a él?
No sé. No lo sé. ¿Por qué me preguntas?
¿Le has preguntado al gusano
si sabe el puesto que ocupa
en la lista del sabio?
¿A la araña si sabe que teje?
¿A la luna si sabe en qué cuarto está?
¿Al candil si sabe que alumbra?
¿Si sabe su hora el reloj?
¿Si su rumbo sabe a la brújula?
Pues no, no lo sé. No lo sé.
Un muerto ni sabe ni duda.
Es lo que es y ya está.
¿Cómo va la nada profunda
a saber que no es nada?
Y la última cifra
¿cómo la última va a saber ella que es?
Oh! ¡Saber!. El verbo me zumba
en torno a la huera cabeza.
Y no sé qué dice ni busca.
No sé si estoy. No que sepa ni sí ni no,
sino pura esta verdad
que no, no lo sé.
Es tu sola pregunta quien se responde.
Mi lengua está diciéndote, muda:
No, no lo sé. No lo sé.
Si el silencio oyes escucha.
No sé si he muerto.
No sé si lo estoy.
Nadie hay que presuma
saber aquí nada.
No sé. No lo sé
Mil veces en una,
No sé. No lo sé.
Y mi voz, al callar, responde segura.

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