domingo, 30 de agosto de 2015

El increíble Hombre Sin Camisa y su desgarbado amigo Larguín contra los Homofóbicos Cristiano Morelianos

  Los carros siguen las instrucciones de las luces del semáforo, los colores ordenan el tráfico. Verde para avanzar, amarillo preventivo y rojo como alto. Es en este último color cuando hacen su entrada nuestros héroes. El Hombre Sin Camisa lleva dos banderas con los colores del arcoíris, su inseparable amigo, Larguín, también trae banderas, pero se distingue por los zancos y el uniforme lleno de lentejuelas. Ambos bailan al ritmo del tambor que toca su esclavo voluntario, Nicolás Guillén II. Algunos automovilistas miran con desconcierto el concierto danza performance que los extravagantes personajes realizan, otros sonríen y preparan las monedas. Cinco segundos antes de que el verde aparezca Nicolás Guillén II hace un redoble satánico y el Hombre Sin Camisa junto a Larguín avanzan decididos hacia los carros. Son catorce pesos los que recolectan en su expedición cooperativa. El Hombre Sin Camisa voltea y le dice a sus camaradas "Buen trabajo mis amores", después le da una nalgada a Nicolás Guillén II como detalle cariñoso. En el mismo semáforo un limpiaparabrisas hace una ofrenda al dios de los indigentes, Chemotl; también está el vendedor de periódicos y la señora de los chicles que se sabe todos los chismes. Ésta les dice que en la radio avisaron de una marcha para defender a la familia cristiana, "Pasarán por aquí como en diez minutos". El Hombre Sin Camisa escucha a la señora y en su cara un rictus de preocupación aparece, ¿qué es eso de la familia cristiana? Se imagina a Pedro, María y Jesús avanzando al frente de la manifestación. Larguín nota la preocupación de su amigo y le dice "Tenemos que movernos, vamos al de Camelinas, si nos quedamos las cosas se pondrán feas". El Hombre Sin Camisa mira sus banderas coloridas y responde "No, tenemos una misión mi querido Larguín, no nos moveremos, nuestra sexualidad nada tiene de malo". Larguín quiere protestar pero sabe que será inútil, ahora es demasiado tarde. Gritos y consignas, carteles con leyendas homofóbicas: Fuera los putos de Morelia, Lo normal es por la vagina y nada más, Dios odia el sexo anal, La familia cristiana contra la sodomía, etcétera. Están cerca, unos cincuenta metros separan al Hombre Sin Camisa de los heterosexuales fundamentalistas adoradores de la cruz, Larguín tiene miedo de que termine mal el encuentro, una intuición funesta lo aborda. La multitud observa al Hombre Sin Camisa quien ha puesto sus banderas en lo alto, desafiando al peligro se queda parado en medio de la avenida, Larguín duda un instante pero luego se acerca a su inseparable amigo y también alza sus banderas. Nicolás Guillén II toca un ritmo violento que acompaña perfectamente la furia de los cristianos. Al otro día los periódicos dan la noticia: Dos homosexuales son asesinados por una muchedumbre, sus cuerpos fueron encontrados despedazados en la avenida Libertad. Nicolás Guillén II sobrevivió, él es heterosexual, gracias a dios. En el semáforo pusieron dos cruces, vaya ironía.

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