lunes, 8 de agosto de 2016

Remedio

Libros para niños que leen las señoritas morenas en sus casas del Centro Histérico, la soledad les cuenta un cuento mientras ellas matan palomas con su imaginación. Libros con muchos dibujos, letra grande, pasta dura. Érase que se era una chica inquieta que soñaba con navajas oxidadas. El tiempo ronca y el velador toca su silbato, alguna que otra estrella reclama y pelea con las luces de la ciudad. ¡Zas! En la calle, siete a.m., los cadáveres alados hacen una ese; levantarse, ir al baño, tomar agua (hace bien en la mañana). Estas mismas señoritas andan como Lázaro, dando traspiés entre vísceras y plumas: pequeños corazones apachurrados por la llanta de un bocho (rojo). Deshojaron: "El gigante feliz", "Naranja agria", "La pelota de lodo" y "Aturdidos en descenso". Ninguna paloma murió durante este trayecto de letras, los libros nombrados ni existen, pero es cierto que los adultos leen historias infantiles para detener el flujo trágico de los días, días que pocas veces son buenos.

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