martes, 18 de marzo de 2014

La persuasión de Hernán Cortés

  Hernán cortés, qué hacer con esa mala publicidad que en México tienes, sanguinario, lloraste a la sombra nocturna de un árbol grandote, lágrimas de cocainómano, conquistador conquistado por las campanitas de una morena bilingüe, pretexto de Tavo Pex para viajar por Euruapan, hambriento de riquezas te diste varios tiros y le rompiste la madre a la Madre Patria, traicionaste a tus amigos y te quedaste con el cambio de los refrescos. Hernán Cortés, tuviste una gran capacidad de persuasión, que lean tus Cartas de Relación, ahí está tu libro con bajas ventas en las librerías, como otros libros que no se leen hoy y no se leerán mañana. Documento que tal vez tenga algo de ficción, es posible, aunque tú sabes que cualquier cosa escrita siempre lleva algo de irrealidad, la ficción es la realidad de los escritores, la correspondencia, la relación de la percepción con aquello que se percibe, porque lo escrito está del otro lado, los poetas engañan, ¿leíste a Platón, Hernán? Cortés, no te quitan lo valiente y la leyenda habla de tus espejos. Naciste en Medellín, España, en mil cuatrocientos ochenta y cinco. Dejaste truncos tus estudios, la Universidad de Salamanca no te llenó. Diego Velázquez, tu cuñado, unos jereces se echaron. Así que Hernán, el chingón, eres, dices, te hicieron gobernador de la isla Fernandina (Cuba). En Yucatán vas por noticias, periódicos de aquellas tierras. Los mayas te obsequian, en tributo, a veinte esclavas, entre las cuales se encuentra Malintzin, o doña Marina, que será una pieza clave para ti. Malintzin aprenderá el idioma castellano y te servirá de aparato traductor para nuevas alianzas, le pegabas a doña Marina, aparato sexual. Lo que tú quieres es aplastar Tenochtitlán, no le des más vueltas al pollo. Y así convenciste a los tlaxcaltecas, tu carne de cañón para ir al Tianguis, querías tu Carlos V, chocolate con sangre. Moriste en mil quinientos cuarenta y siete y pediste que tus restos se quedaran en México, quizá tu corazón se prendó de México, cómo quisiste a la que desgraciaste. Pinche Hernán, fuiste muy cabrón.

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