viernes, 8 de mayo de 2015

Contra el principio de identidad, según la literatura.

  Kant escribió, en su libro "Lo bello y lo sublime", de las costumbres, el clima, el carácter, de los parámetros estéticos de otras culturas, y jamás salió de Königsberg para hacer estas apreciaciones. Anne Desclos, bajo el seudónimo de Pauline Réage, escribió sobre sadomasoquismo y sometimiento sexual, según ella misma cuenta, poco de lo que narra en "Historia de O" lo pudo experimentar, muy poco, la pasión por Jean Paulhan la hizo imaginar muchas cosas que no se hubiera atrevido a realizar en carne propia. Bataille tiene los textos más eróticos que yo haya leído, y también los más violentos, "Mi Madre", por ejemplo, él era un bibliotecario que rayaba en lo misántropo, me cuesta trabajo imaginar a Bataille con una Simone. Marco Aurelio Denegri escribe sobre el diablo y no es satánico, no come niños, también habla eruditamente sobre la lubricación anal y no es homosexual. Juan Rulfo no fue precisamente un campesino analfabeta que vivía en un páramo casi desértico, ni tampoco cargó a un hijo moribundo por una brecha, mucho menos era un muerto viviente. Juan José Arreola tiene un cuento que se llama "Una mujer amaestrada", en donde un hombre, látigo en mano, llega con una mujer encadenada a una plaza pública, misógino es de lo último que se puede acusar al maestro de la capa larga. Existe la posibilidad de desdoblarse en el acto de la escritura, de ser lo que uno no es, incluso de ser lo que uno nunca sería; podemos viajar a donde sea y destruir al mundo entero, si queremos eso. Margo Glantz dijo que el hubiera sí existe en literatura. Por favor, usemos la imaginación, es lo más potente que nos brinda la lectura y la escritura.

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