viernes, 8 de mayo de 2015

  Si quisiera ser un hombre bueno ya me hubiera suicidado. Más allá del absurdo está la culinaria, el sexo en exceso, hasta rosarse; y también las noches en que llego cansado a mi casa y duermo sin soñar, el consumo consuetudinario de marihuana inhibe los sueños, eso dice Memo. Vale la pena, vale mucho penar y pepenar por un poco de vida bien vivida. Los amaneceres y atardeceres, sentir el frío de la montaña, el agua fresca de los pocos ríos que nos quedan, el mar. Por supuesto, los amigos, la familia en intermitencias. Disfruto de las aglomeraciones de personas, gente por todas partes, las avenidas repletas de vida, a su manera la ciudad es bella. Y los libros, creo que sin libros sí hubiera sido muy malévolo, en ellos encuentro la válvula de escape, las fuerzas centrífugas y centrípetas, la sublimación del desierto. No, me niego a ser bueno, pero tampoco soy malo completamente, ando muriéndome a cada rato, me quito la vida en pequeños pedazos, el suicidio va lento para no sentir el vértigo de madrazo. Víctima de las circunstancias con una pizca de voluntad. Hago daño de rebote y a veces con la intención cuchillo. Ni bueno ni malo, sólo soy contradictorio.

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