miércoles, 22 de julio de 2020

Ya sé que exagero

Tuve una tía de abultado abdomen que me invitaba a comer muy seguido, negarme estaba descartado. A mi tía gordita cualquier comida que probaba le parecía deliciosa, ya sea que ella la hubiera preparado o que alguien más fuera el artífice del plato a degustar, cada bocado devenía en el superlativo de rico.

Jamás la escuché quejarse de lo que se llevaba a la boca, ni un salado ni quemado ni grasoso. Durante mucho tiempo consideré una virtud esta clasificación positiva de los sagrados alimentos, hasta que crecí y ejercí mi propio criterio gastronómico. No es cierto que toda la comida sea sabrosa, hay malos cocineros, pésimos guisos, desafortunados sazones, incluso a pesar de su aparente triunfo comercial.

Lo mismo me pasa ahora con algunos conocidos que emiten, sin pudor, sus juicios literarios. Cualquier cosa que leen, casi siempre novedades o redescubrimientos inigualables (por ser ellos los descubridores), les parece "maravilloso", "único", "la voz más importante de su generación" y así cada recomendación no pedida. 

Sospechosa esta actitud, pues si todo es "lo mejor de lo mejor", ¿qué es lo mejor-mejor? Se desprende de esta sesuda caracterización que lo peor es lo que los otros leen, hasta que lo lean los críticos de "lo mejor", entonces pasará a esa lista creciente de los non plus ultra. Como las personas que todo el tiempo están sonriendo, me dan miedo. 

Lo que pasa con mi tía (en paz descanse) y con estos dispensadores de flores es que evitan ir más allá, no profundizan, actitud que está relacionada con la falta de elementos para valorar algo. Su clasificación poco ayuda a los aludidos, sólo ven y saborean en blanco y negro, desconocen la escala cromática.

Me resulta imposible creer que lo que haga fulano o zutano sea impoluto, sin mácula, y no hablo de señalar los errores como deporte, o esa pesquisa del tropiezo ajeno, en la cocina o en la literatura o cualquier otro ámbito, sólo para deleite del obsesivo o el paranoico. No y no. Simplemente pienso que hay que evitar estos adjetivos absolutos, ir al detalle, o como decía un querido maestro, "darle a la médula". 

En lugar de decir "está delicioso", se puede argumentar que "a pesar de la condimentación exagerada, aún se aprecia el sabor a mar y la frescura del pescado; la guarnición, simple arroz blanco, le va bien, pero le pudo haber ido mejor". En la literatura, cambiar "la voz más importante de su generación" por "la originalidad de su estilo aminora su atropellada sintaxis, murió muy joven para una segunda edición corregida y aumentada". Ya sé que exagero, pero la etimología de la palabra exagerar está relacionada con "hacer crecer algo", por ahí va la cosa.

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