miércoles, 19 de noviembre de 2014

El Tule

  El camino se va haciendo mientras andamos, miles de caminos, ya otros han pasado por aquí, hay una inercia, un llamado interno. Pasos sobre las rocas, arena, un halcón en lo alto. Piedras, lo más contemporáneo de las artes. Hay que mirar y ver. Un río verde que brilla feliz bajo los arcos abandonados, lo que queda de un acueducto nos recuerda lo efímero de nuestra presencia. Triste signo del hombre, el tiempo es su tirano. Pero felices, vamos felices porque estamos aquí, el cielo lo sabe, el viento lo grita. Ranas color de tierra que se arriesgan a saludarnos, huizaches, gobernadoras ominpresentes, su olor en nuestra ropa. Ahora el tiempo no importa, o sí, importa más que en cualquier parte. Espacio temporalmente engañoso, aunque sólo para los adictos al reloj. Biznagas y yucas platicando. Nos ven pasar, escuchamos lo que se dicen entre ellas: Y con embargo el hombre se mueve, carga su enfermedad, porque es su medida precisa, su rival idóneo. Lo sabemos, cada uno, en silencio, lo sabe. Arañas adornan el paisaje. ¡Cuidado con esa telaraña! Intentar destruir lo menos posible. El hombre es destrucción constante, sin embargo su creación emula a la naturaleza, de ahí que busque el equilibrio. No todos, ni siempre. Estamos en el lugar indicado. Paso de agua, codo acogedor. Un árbol nos brinda su ramas, le agradecemos. Fogata interminable que nos hechiza con sus manos, que el fuego no se apague, el Abuelo nos abraza. Espíritus fugaces rayan el firmamento. Las estrellas bailan la más brillante de las danzas, los trazos van más allá de lo geométrico. Los grillos dirigen la orquesta nocturna; burros libres y felices, pequeños burritos que demuestran en sí mismos la belleza de la vida; coyotes rondando, ¿quién anda ahí? Miedo como escalofrío, sentirse vivo, más vivo que nunca. Ya no sabemos qué es la noche y qué es el día. Se apaga el deseo, todo es contemplación. Entonces amanece y es la hora de dar gracias, una fruta, un trago de agua. Regresar.

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