martes, 3 de febrero de 2015

¿Octavio Guerra?

  Un jueves cualquiera, único retorno retornante del mes de noviembre, Carlos lee a Octavio Paz, reflexiona sobre los manteles, ahora doblados, que una hora antes fueron planchados por la Madrecita Santa que vive enfrente. ¿Se hace más inteligente Carlos por leer a Octavio Paz? Ocurre que el conocimiento conocedor de la estación violenta no sirve para la poesía, porque la riqueza de las naciones nació del protestantismo y éste no paga diezmo. Lectura comprensiva, con los ojos, pasar los ojos, casi no parpadean, es una ofensa para los ciegos que no exista el diablo, el tiempo interno del libro donde la calma es plasma que ayuda a los vampiros necesitados de alma, el tiempo externo de la cáscara del universo provoca hoyos negros que se sacan con las uñas de los lazarillos castrados, naranjas dulces, limón de Apatzingán, la situación en Cuba, qué tienes que decir tú de lo que digo yo, la falsa y loca Estados Unidos, para singar unos cuantos pueblos, perra en celo. ¿Águila o sol? Frase que salta como grillo a la mente: Badajo, sordo badajo, sal de ajo. ¿Cara o cruz? Pus, putito. El robo de citas, mamacitas planchadoras y frases célebres mezcladas con ron, servidas en vasos cuberos, puede producir digresiones agudas como la tiza que abajo se menciona. La Casa Blanca invita, costumbre entre los diplomáticos es hacer la felación del tren, un mundo de piedra de sol mejor, Malinche con chichis, pito y qué. Quien haya leído libros-pegamento hallados en la noche corta sabrá el valor de una coma, como el sexo de los pobres en las arenas movedizas, sin ojos azules para entender los charcos revueltos, sin chanclas, ni risas ni prisas. Otro recuerdo en forma de nada: Porfirio Díaz cumpleañero, el ágora de la ciudad de México, insultos inocuos al poder, menciones al matriarcado olvidado antes del laberinto semántico del ya no es, antes de su verdad real-artificial, mocos y pedos y unos cuantos chamacos haciendo poemas flatulentos, lentos los jueces que desconocen el placer de macuarrear la tarde. Carlos, ese Carlos que leía arriba, se da triste cuenta de que en Nigeria los matan como aquí, como siempre, antes y después pero peor, y pocos dicen algo, Uruapan y Daca, Holguín y Shanghai. Se queja, QUEJAN, porque falta, hartan: civilidad, civilización, cítricos, círculos, circos, ciervos. Música. Un grupo que se llama Aigre y toca toques ponchados por dioses. ¿Quién nombra a las cosas? Citas, poetas, música en inglés, alas, África sufriendo, kambata los niños corren para salvar sus vidas, kambata la sangre en la orina, la primera del día, ría, río de cosas, chorro, chopo de punk, paz, pop, crac. Carlos aprovecha la mañana para informarse, ahora sabe, besa, que lo abstracto no es el gis agudo que escribe las matemáticas filosóficas de un profesor despeinado, la opinión pública ¿quién es? Salvador Novo, novísimo como arrugado, ya muerto, chingada madre en el ensayo dijo: ¿quién es? Toc, toc, toc, soy yo, la Guerra.

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