martes, 21 de marzo de 2017

Columna: Cultos y mochos (VI)

A pesar de las tribulaciones

La obra de Reinaldo Arenas se forjó desde la represión y el olvido, la tragedia invadió su existencia, la mayoría de sus textos fueron prohibidos e incluso pisó la cárcel acusado de pervertir a menores de edad; a pesar del sufrimiento y la persecución el cubano escribió libros maravillosos como “Celestino antes del alba”, “El mundo alucinante” y “Otra vez el mar”.

Los estridentistas estaban en contra de que la poesía fuera un asunto de poses y centralismos, la podrida burocracia cultural había hecho de la capital mexicana “el lugar” para difundir la producción de los creadores nacionales (que no nacionalistas), por eso el manifiesto de este grupo estaba firmado en Puebla (primero de enero de 1923) y decía: “Que la poesía sea poesía de verdad, no babosadas”.

Antonieta Rivas Mercado experimentó el rechazo del pintor Rodríguez Lozano y el maltrato de un ardido Vasconcelos que había perdido las elecciones de 1929; casada con un hombre al que no amó, se entregó a la vida marital con resignación. Sin embargo, ella pudo pasar por alto tales afrentas y escribió cosas como: “Sé que yo no lo he encontrado y, si hoy le escribo, no es para decirle nada nuevo, sino porque hay danza en mi corazón”.

Y así podría seguir por horas nalga, en la descripción de los infortunios de un montón de personajes más, pero este no es el punto, sólo quiero subrayar algo, me refiero a la transmutación que han realizado la mayoría de los artistas a los que respeto y sigo. Es esta capacidad de transformar la mierda en oro lo que me sorprende y da fuerzas para no dejar de hacer lo que tanto amo, escribir.

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