martes, 21 de marzo de 2017

Columna: Cultos y mochos (VII)

Las rosas son rojas

Este martes 21 de marzo se celebrará el Día Internacional de la Poesía, ya se preparan los vates para leer sus improperios en voz alta; el público amenaza con seguir impermeable ante tales manifestaciones, y qué bueno.

Según la Unesco, la poesía debería reflexionar sobre los acontecimientos más importantes de nuestro tiempo, como palabra consagrada tendría que capturar la esencia de lo que pasó, pasa y pasará. Quizá estén confundiendo a los poetas con historiadores, politólogos o profetas.

Esta fecha está muy cargada: llega (siempre tardía) la primavera, nace Benito Juárez y su famoso peinado, proclaman a Otto von Bismarck como primer canciller alemán y se recuerda con tristeza el asesinato de las tres niñas en la Colina, colonia agreste de Morelia.

Muchos poetas viven como reyes, comen tres veces al día, van al baño y hasta se peinan. Otros, sólo serán descubiertos una vez que hayan muerto, intempestivos, les tocó la zurda del padre. No es raro toparse con encuentros, seminarios, talleres, diplomados, festivales y hasta felaciones con el pretexto de la poesía, porque así son las cosas, atrás quedó la causa social y la bandera rojilla, qué anacrónico suena aquello de “poetas combativos”.

La poesía no puede tener una utilidad, no debe servir a ningún amo, es total libertad, afirman unos. Otros, quizá los menos, creen que la poesía es un acto de rebeldía, un arma que puede derribar a cualquier enemigo. Y también están esos que en el amor, en la pureza de los inocentes besos, encuentran a la musa que los hace vibrar hasta la eyaculación.

¿Quién tiene razón, quién se equivoca? El tiempo, sí, ese barbón que hace atletismo, será el juez. Mientras tanto las balas, rosas, vasos de agua, héroes, hetairas y dioses, seguirán copulando con la imaginación y el pensamiento.

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