lunes, 16 de marzo de 2015

La inundación en Prados Verdes

  La lluvia llegó con toda la ira del dios vengativo, el de las barbas largas, el castigador de pueblos. Marzo de locura, marzo de no hacerle caso a los calendarios, frío viento que nos recuerda el infierno blanco de los polos que se derriten por la contaminación de los otros, nosotros no fuimos, no señor. El último toque de invierno, el penúltimo, antepenúltimo: despegue hacia el fin del mundo. Ocurre a cada segundo desde que nací. En la casa hay un segundo piso que se llenó de refugiados, algunos familiares, otros amigos y algunos desconocidos; invitados especiales, por aquello del calor humano que se necesita para alimentar a la Matrix Ranchera. Desde la madrugada hasta la tarde-noche el nivel del agua se mantuvo arriba, arriba de las banquetas, dentro de las casas, ratas nadando muy orondas, cucarachas y reporteros sacando la nota. Está de más decir que esto pasa porque tiramos basura y las coladeras se tapan, el río se llena de nuestra mierda, ahora la mierda está en nuestra cocina, en el cuarto, la sala de estar con popó, orines en el teclado de la computadora mientras escribo esta crónica helada.


  Anexo: Sábanas, cobertores, colchas, chamarras, parece que nada me quitará este frío. ¿Tendrán frío los muertos? Las nubes amenazan y las veo fijamente pero no encuentro sus ojos.

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