lunes, 16 de marzo de 2015

Trenza

El sueño de anoche lo traigo en la cabeza todavía. Contaba, sólo esto, del uno al ocho. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. Varias veces. Sin más detalles. Cené pizza, los miércoles son de dos por uno; delgada la pedí, para que no me cayera pesada. Cuatro veces fui al baño en la madrugada. Sin diarrea, un malestar estómacal recurrente como el sueño de los números. Sí, sueño con cosas sencillas y espero los días de promoción para comer algo internacional. La semana tiene siete días. A veces me levantó en blanco, sin una imagen nocturna para rememorar. Pasa que la mayoría de mis aventuras oníricas se quedan por ahí, en el tiradero de mis recuerdos o en otro lugar. ¿Lugar? Quizá la comida italiana sea la responsable de la cuenta hasta ocho. Posiblemente ocho sean los animales sacrificados que posibilitaron el tocino, pepperoni y chorizo, ingredientes de la pizza que cené. Aunque me gusta más el nueve. Un ocho horizontal representa al infinito. A las ocho de la noche pasan los noticieros locales, muy malos, rayan en lo idiota. Cuando tenía ocho años me enamoré por primera vez. El ocho es un número par y Roberto Gómez Bolaños hizo un personaje de vecindad con este número, personaje traumático para la infancia de millones de niños en el mundo entero. Ocho, ¿qué quiere decir el ocho? También he soñado en repetidas ocasiones mi muerte, ¿serán ocho los balazos que me esperan? Puede ser que ocho personas deseen mi muerte, u ocho navajazos en el vientre son los que me tocan, moriré un día ocho del mes ocho del dos mil dieciocho. La bola ocho del billar, hay que meterla al último. En mi familia somos ocho: madre, padre y seis hermanos. Extraña palabra ahora que la escucho con atención. El trayecto del uno al ocho, la distancia, el tiempo que tardo en llegar a este número. Estoy pensando que los sueños no tienen nada que decirnos, es nuestra manía de querer encontrar sentido en cualquier parte, de enredar hasta lo más simple. Sí, ocho.

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