martes, 1 de abril de 2014

  Borro y escribo ante esta hoja, son las nueve treinta y el lápiz dice: La poesía buena no abusa del adjetivo y un violador ágrafo me ofende con sus sucias manos. Mentira, pues como escribes, mientes. Yo no violo a nadie, violo a la nada. Diferentes enunciados, misma proposición, la lógica que vende tamales de humano afuera de los hospitales infantiles, la han visto, que no se haga verdad. La poesía buena es un tranvía, el tranvía es anacrónico y mi lápiz quiere engañarme, se me encaja en el hoyo de la orina y ya no sé distinguir las conjugaciones básicas de los topes. Con jugo vacío el monstruo del lago Nel-Pastel. Se deshoja la vieja rosa porque vive en el presentimiento constante, mi cuaderno tiene miedo y estoy tomando tinta roja de mal gusto. Hoy, escribir a mano es algo raro. Hoy, después de una tarde de bombas y señoras locas, tengo hambre.

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