jueves, 24 de abril de 2014

  Escucho el reguetón de Tchaikovsky que pasan por Radio Ranchito, "Salsa picante Don Bartolomé de las Casas te da la hora"; una campana anuncia que es hora de tirar la basura y me dan ganas de hacer del dos, o sea, cagar. Mi mala caligrafía reciclada: piano, flechas y un perro rascándose. Salgo con las bolsas negras que ocultan mis vergüenzas, mis desperdicios, los papeles embarrados de procesos digestivos. La vecina calipigia me observa, pone atención en la cantidad que le entrego al basurero. Yo me fijo en otra cosa. Mi reducción no es eidética sino monetaria. Los hechos tal y como se me ocurrieron, así los narro. Ranke se puede ir a tomar por culo, es decir, a España, la madre patria que abortó monstruos en siglos pasados, drogados los gatos se pelean cuando leen la historia universal. Hegel no vale madres, así dice un estudiante que también tira basura, le pregunto sobre sus lecturas hegelianas, nunca lo ha leído pero lo odia con todo su corazón rojo y comunista, tampoco ha leído a Marx, lo que lee ahora es "El monje que cambió a su mujer por una dosis". Buen libro, buen tema. Tesis, no tesis de cien páginas, sin tesis a la hora de las becas, anti tesis como papel de baño, anti Nueva España, anti reciclar las nacionalidades, anti México me hinco porque México es liliputiense, ansina soy, chaparro entre los chaparros, champurrado en mi venas, chile verdes y habaneros, tortillas para mis frijoles. La estructura que se mantiene constante cada mañana, con cada campanada, con cada vecino, en la radio, en el aparato que contiene las ondas buenas y malas, porque según Tucídides la historia es pedagógica y los miércoles hay dos por uno. Porque mi vida determina a la conciencia mía. Mi vida es una mujer que ya partió, cortó la naranja fresca del viaje, me quedé con la mitad chupada y no la tiré esta mañana.

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