lunes, 16 de junio de 2014

  El beat suena con su tin tin alcohólico, una colectiva y mala lectura de un autor ruso taladra los oídos, las orejas calientes, café gratis y muy pocas galletas. Aquí estoy, comiendo conocimiento y esperando la iluminación. Galicismos, anglicismos, unión soviética y lucha de clases en el salón. El taller de los artículos: el perro ladraba, la nalga escupía, las noches malas en que te recuerdo, lo abstracto de la gelatina, los ordenadores para robar y los teléfonos con mensajes que muy poco dicen del verdadero amor de los frailes, móviles para los españoles con bigote de gusano azotador, móvil del sagrado ruido a la hora del cuento, regresión a la escuela, voy y vengo. Huevos con jamón para los asistentes al diplomado, la casa de la gallina invita, esto no es un perchero aunque el gallo cante en una de sus patas invertidas, me senté en el lugar del con permiso incesante. Una obra de teatro del absurdo en el Museo del Estado, soy parte de ella, soy parte de él, soy museo, soy obra de teatro, soy absurdo. El señor de las gafas que está de oyente es un farsante que sale y entra como Juan por su apocalipsis, versículo satánico de poca monta, los jinetes del movimiento alternado compiten en mi cabeza, parpadeo y parpadeo y trato pero el truco es más difícil de lo que parece. Así que es poca atención la que pongo, las máquinas de luz que funcionan con gasolina suenan, la búsqueda de visión es darle vuelta a la hoja, un garabato, dame más café. Entonces, con la brújula dañada, recuerdo que en la noche hay fiesta, ¿iré?, ¿no iré? Estoy confundido con la rosa que roza en la calvicie, poco dinero en el bolsillo, unos pesos inseguros nadan entre pelusas y microbios. Ya habrá otros que quieran mostrarme su intimidad, seguro que habrá otros, ahora debo de concentrarme en el caldo de pollo, recomendación del maestro. La risa me gana la carrera y dejo las preocupaciones para más tarde, alzo la mano y doy mi opinión.

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