martes, 24 de junio de 2014

  Me quejo porque no me dejo, así soy y qué pasa si digo lo que pienso aunque el pienso sea comida de dudosa procedencia que les dan a los animalitos de las oficinas, pobres burócratas que son revolucionarios institucionales y se visten de amarillo o azul, "a según" el falo que los cobije, pobres de ellos que no pueden quejarse porque los despiden, pobre de mí que no me pueden despedir porque no tengo trabajo, me quejo. Soy inculto porque los intelectuales están con el poder, por eso el "a según" constante. ¿Qué es el poder? El poder es un billete de mil pesos, estos billetes abundan en los centros comerciales, sus dueños son anónimos y están sentados al fondo a la derecha. Me quejo de mis viente pesos, Benito Juárez vale sólo dos decenas de miserias, un refresco y un bolillo, ni una torta de jamón de pavo para el chavo del chocho que soy. Protesto contra Chespirito porque es poderoso en su arrugada existencia. El poder es un señor que se llama Don Juan, es bibliotecario y le arranca las hojas a los libros que él considera subversivos. Denuncio el maltrato de los libros, las bibliotecas públicas tienen que ser burdeles del saber, no puedes tocar o te sacan. Me manifiesto en contra de las tesis universitarias, obligadas e insípidas, ya es suficiente haber soportado durante años los traumas psicosexuales de los profesores "rururbanos". Pasa que estoy harto de este mundo que no se acomoda a mis deseos, veo máculas por doquier, otros mundos son posibles aunque éste sea el mejor de los basureros posibles, según Leibniz y los meteoritos que destruyen dinosaurios y rusos. Me quejo hasta que llegan los policías con sus razones gas, sus razones macana, sus razones bala de goma. De frente me da miedo opinar, pero si te volteas, esbirro azul-verde-gris, te escupo la nuca, te pico la cola que llevas entre las patas, porque tú también tienes una familia que mantener, ambos somos equilibristas y ambos, sin que lo puedas negar, tenemos ganas de triunfar. Si yo fuera presidente no estaría quejándome, festejaría la vanidad y utilizaría un disfraz invisible; pobre de aquel que advirtiera mi desnudez. Sueño cuando me quejo: si yo fuera rey de España le declararía la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica (gringos, chilangos y quebequenses), pondría a trabajar a todos los hindúes que se disfrazan de campesinos mexicanos, prohibiría la música indie y haría obligatoria la caza de brujas. Sueño, ni siquiera credencial para votar tengo y llevo marcado el nopal en la frente, estoy soñando, vivo en contra de este sistema que me sostiene y justifica. A pesar de las toneladas de inconformidades que día a día se producen, la calma reina, un mar tranquilo, una playa en el pacífico con su enramada artificial, yo soy el mesero que tiene que sonreír sin ganas: "Aquí está su bebida, señor". Vivo en este terreno que no es mío, pago el agua, la luz, el gas, la basura (¡la basura!), la colegiatura, las más de las veces quedo a deber. Qué cómico soy, me quejo sin darme cuenta que soy causa y efecto. Las molestias vienen por el de arriba, ése que siempre es mejor que yo, me llueve la incomodidad y recuerdo que olvidé el paraguas, pero no sé dónde está el punto álgido de mi ya casi, ¡Chava Flores, llévame contigo! La congruencia me suena a desagüe, ¿ya protesté por los ríos morelianos que en vez de peces tienen heces?

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