lunes, 7 de julio de 2014

De poemas cinematográficos y otros refrescos

  Se me ocurrió una frase para el comienzo de este filme: Ningún juego de palabras resucitará a los muertos, la retórica jamás multiplicará panes y peces. Ahora sólo falta la producción, los vestuarios, la fotografía, los actores, el director, la música, el festival, la bella chica de la taquilla.

  Padre que abandona a su hijo crucificado, excelente tema para una película taquillera. O este otro, un médico se levanta en armas contra los sicarios que han azotado su dignidad y la de sus paisanos, el ejército apresa al médico cuando éste apenas iba a dar una mordida a su pollo infeliz, el pueblo enardecido se prepara para la final del mundial y el mártir médico es humillado por los judíos, mismos que gritan Barrabás mientras se lavan las manos.

  El problema es que tendríamos que viajar a Brasil para buscar a los niños nazis de los que escribió Ira Levin. La comisión del engaño es federal, cuidado, tienen mi número de la suerte, este guión no está terminado, así parece cine contemporáneo. Animación para adultos: El almacén de tubos y el material de perforación se encuentran en la plataforma petrolera tomándose unos barriles del negro elixir que está de moda, la península de Yucatán los observa detenidamente desde su chupada y curvada existencia, una orgía de recursos naturales, el mar contaminado como primer actor. Mientras tanto en Morelia, Febo, rey solar, contempla los cadáveres de una familia recientemente acribillada por error irreversible, los hechos se registraron para no tener retardo. Madre, padre y dos hijos adolescentes, un primer plano del osco rostro amarillo del dios griego. La toma se abre y Febo los acaricia con sus brillantes rayos, tiernamente calienta sus muertes, la sangre secándose en time-lapse, un dibujo rojo que se puede utilizar en el cartel publicitario. Paro indefinido en Ciudad Universitaria, los terroristas amenazan desde ayer con explotar una bomba en la catedral, hoy no han dado noticia y mañana es sábado, la entrada triunfal de los granaderos, el trovador y su guitarra ganando mil pesos cada uno, el pago es por hora, per cápita: cabeza de guitarra. Sin cantautor no habría Che Guevara dirigiendo una cárcel con mucho entusiasmo, destruyendo a los enemigos de la revolución, los contrarrevolucionarios deben de ser exterminados, la canción del izquierdoso, buen título.

  En 1951 el omnisciente Fondo de Cultura Económica publicó La Manzana, poema cinematográfico, de León Felipe. En el prólogo de este libro leemos: “A mí no me importa emborracharme y enloquecer; lo que no puedo soportar es un mundo donde el arte tiene la misma jerarquía que la coca-cola”. ¿Qué pasa después de esto? Las ideas se me atoran en la garganta de los dedos. Paso saliva espesa, primero necesito una definición de arte que convenza, que ésta sea justa y se ajuste al híbrido contexto en el que trato de significar. Dicha definición deberá estar relacionada, de alguna manera, con las ideas de belleza, armonía, forma, espacio, tiempo, diferencia, técnica y refresco de cola. Ya me estoy metiendo en grandes problemas graves, porque ¿qué es el Arte? Analogías. La palabra se niega a ser grito, los días luchan encarnizadamente con el azar para que no se repitan los dos de octubre, ¿qué pasó este día? Me dispongo a ponerme la piyama antibalas, habrá segunda parte, sí, me haré rico.

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