lunes, 12 de enero de 2015

La paz esté con ustedes

                                                    Fotografía de Wen G Vences Rufino


1

  Los policías nos dijeron que teníamos que estar tranquilos, no pasa nada, es algo de rutina. Fue cuando comenzamos a escuchar las detonaciones. Cayeron como costales. Mujeres, hombres, niños. El calor de Apatzingán secó la sangre rápidamente. Cuando salimos del local vimos el montón de cuerpos amontonados, los habían acomodado de manera que parecía que se abrazaban entre ellos. Los familiares de los muertos gritaban, sus sollozos eran agudos, agujas sonoras, pero no commovieron a los asesinos. Había soldados, federales, estatales, municipales. ¡Perros de mierda! Les gritó una señora, la sometieron en seguida. Llegaron los reporteros, la información oficial hablaba de un enfrentamiento, las fuerzas federales sólo se defendieron. Las armas de los caídos eran palos, piedras, coraje. Nosotros vimos cuando los mataron, después de que escuchamos los primeros tiros nos asomamos por la ventana y observamos cuando les disparaban a quemarropa a las pobres víctimas, algunos pedían clemencia, no la hubo. Sí, fueron los policías federales, nadie nos creyó, hasta nos amenzaron con desaparecernos si seguíamos diciendo lo que presenciamos.


2

  Los hechos ocurrieron ayer, martes 06 de enero del 2015, día de reyes. Alrededor de las dos de la tarde unos sujetos armados, presuntamente coludidos con el cartel de los Viagras, nos atacaron con armas de alto calibre. Lo único que hicimos fue defendernos, pudimos salir ilesos, sin ninguna baja de nuestra parte. La ciudadanía puede estar tranquila. Estamos logrando la paz en Michoacán.

3

  Ayer me mataron. Fueron los policías, fue el gobierno. Imposible vivir en esta tierra, es demasiado caliente, todo se ha convertido en un desmadre: autodefensas, infiltrados, perdonados, federales, verdes, civiles. El crimen está muy organizado. Lo único que queríamos era vivir tranquilos, pero no se pudo, no se puede. Se me salieron las tripas del disparo que me dieron, en el cuerpo que tenía quedó el boquete, es del tamaño de una bola de billar. Lo que más me duele es que me mataron a la María, ella nomás me acompañó, que para que no me metiera en broncas. Quedó llena de hoyos. Tengo harto coraje, me dan ganas de matar a todos los policías y a los soldados, al presidente, que se los lleve la chingada, ¡hijos de su puta madre! Pero ya no puedo. El estado es el enemigo, ojalá que la gente se dé cuenta, que mi muerte sirva de algo.

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