viernes, 21 de febrero de 2014

Sinestesia de la esperanza: A

  Te amo. Estoy asimilando esta historia tuya y mía, pero por favor, te lo ruego, no me hagas el personaje de una historia de desprecio y misoginia, la novela fácil de amor barato no debe ser tomada como ejemplo, como paradigma explicativo del que te quiera un chingo y que no te haya buscado en días, Días, los más importantes, los únicos que nos quedaban, que nos quedan. Este es mi llanto, escúchalo. Huele las sábanas, pregúntale al desayuno, a la regadera, interroga a tu computadora antes de que se vaya (y si ya se fue pregúntate a ti), pídeles su opinión, acaso no son ellos, ellas, las cosas, testigos de nuestros simposios espontáneos. Construimos algo bello, sublime, no la secuela novelesca del típico monstruo fálico ordinario que describes con tristeza y coraje, esa historia, te lo aseguro, no tiene nada que ver contigo y conmigo, con ese manto del nosotros. No estuve contigo, ni tú conmigo en ¿cuánto? ¿Dos semanas? ¿Una y media? ¿En tu cumpleaños? ¿Pequé por omisión? Lo acepto, soy culpable, también soy cristiano y me apasiona el fútbol, te faltó decir. Mujer, mujer hermosa, déjame hablar y decirte, déjame ser un estúpido, pero acepta mi historia, no como verdad absoluta, sino como algo verosímil. Recuerda que nuestro Bosque está hecho de literatura al aire y yogur con galletas, de vasos de agua y boleros, su estructura es amorfa, como la de los verdaderos bosques, ‘los bosques de tus axilas’. Somos hijos de Goethe porque nos apasionan los territorios prohibidos, somos románticos anacrónicos. Lo que estaba más allá de nuestro Bosque no debía importarnos, eso lo hablamos la primera (emocionante y preciosa) noche que estuve en tu casa. Los días que no estaba contigo estaba, muchos días y noches y tardes, buenas tardes, más de los que estuve presente presentante, fueron tantos las ausencias esas que ahora se volvieron contra nosotros en la recta final de nuestro paréntesis, el paréntesis Ensenada-Morelia. A partir de ese momento del afirmamiento del ‘yo te quiero’ (pues ya rondaba por ahí ese Cupido chichimeca desde los días playeros donde noté que existías) las horas se convirtieron en una cuenta regresiva para volver a verte. Las Horas, madres de los minutos que son las tías de los segundos, tataranietos de los años. Se me averío el cronómetro, discúlpame por eso, perdón, perdón, perdón. “No me pidas perdón, no pasa nada”. ¿Recuerdas? Sigue aún en la ausencia, esta ausencia por la que tembló en tu cuerpo, y en el mío el tsunami hundió lo que de habitable había, mi amor por ti, y seguirá, en ‘la ausencia de la percepción fáctica, del siempre va a ser esta manera, de la manera del estar’, del tener conciencia clara de lo que ahí está, te tengo, te atrapé dicen los niños jugando a los encantados, seguirá ahí, mutando como la vida. El hongo alucínate de nuestros abrazos. No dejé, ni he dejado, ni creo que dejaré de pensar en ti. Ni pienses tampoco que no te voy a buscar, te equivocas, compréndeme acá que me cuesta y estoy asimilando eso de la ausencia, cuando escribo esta enredadera semántica lo hago para los dos. ¿Te das cuenta que todos estos referentes están hechos sólo para ti, para mí que ya soy tú? Territorializamos el mundo, hicimos mundo, empezamos en tu cuarto y terminamos viviendo en una canción. Total. Piensa en los planetas desconocidos, en las exploraciones espaciales y sus descubrimientos acuíferos. Sorprendente no es, aún en la distancia de los planetas y las galaxias hay amor, y eso va para mí primero, y por supuesto para todo el contenido físico místico del pronombre tú. Demócrito nos casó hace dos milenios. Imagíname, porque eso es lo importante, imaginar, en una historia donde mi cuerpo de amaranto se desintegró en pequeños amarantitos, y que toda la pulpa de mi pulparindo ser, con toda su fuerza de ratitos, no podía pegar esos pedazos del ir por ti. No pude contestarme la pregunta del qué hacer, aún no lo hago. Les sorprende a todos que haya agua allende las embotelladoras y las presas artificiales. ¿Sorprenderme?, que no soy y sí soy como los otros: el que te ame en la distancia de las carreteras nacionales pero que no te tenga cerca de mí para ir y abrazarte como lo hago, como no lo hice, me pone mal y traba el accionar, de por sí ya dañado, de mis pseudos pensamientos. Por eso no acepto que me culpes de haberte dejado de amar en la triste distancia de unas horas, acepto que me digas pendejo, puto, por haber sido un cobarde y no haberte buscado, pero dejarte de amar, ahora, ahorita, aquí, no. Te amo. Te abrazo con mis ganas y la jodida nostalgia adquiere fuego con este anhelarte, se quema y de mierda que hago, hago oro. Pero es oro negro y no es petróleo sino noches contigo. Porque en nuestro bosque siempre es de noche, ahí hacemos nuestros aquelarres, y también hablamos con los espíritus sagrados de nuestras caricias. Estos espíritus tienen que recibir ofrendas de ambos para seguir manifestándose. Vivo en la etimología emotiva y hebrea de tu nombre en mi cabeza, retumbando con el Génesis y el Éxodo, porque fue mi éxodo el que te volvió lágrima. La ausencia mía fue el ensayo de próximas ausencias, si quieres miéntame la madre aquí ¿Que quería dejarte? ¿Hablas del ya no te importo? Sí, soy un hijo de vecina y peor aún, un gañan que se divierte maltratando corazones a su paso (suena a canción), pisándolos como cucaracha con alas. Permíteme otro PERO. Yo, en mi imperfección medio consciente: El irresponsable miedoso que no supo que no sabe, que deja de intentar porque el tanto ensayar ha hecho de mí una caca, sentimentalmente obrando. Me desplumé. Ave tonta soy, me estrellé en el parabrisas de mis consecuencias. El tipo que deja a la muchacha que le entregó su cuerpo, aquella que le dio la banda sonora de varias experiencias SUYAS suyas, ésa que pudo tallarle la espalda, la de la puerta y la ventana siempre abierta, ese tipejo soy, mas no quiero ser el personaje nefasto que no te ama ya. Te vas, y hasta hoy me cayó el cincuenta, el cien, el doscientos por ciento de tu partida. Soy débil como bolsa supermercado. Rompo esa estructura reciclada que cubre mi descarnación y mi sangre infecta, y quedo desnudo. Ante ti, masoquista de la ternura. Junto a ti en la presencia de tu ausencia, y tú estás siempre con ella. Pleonasmo afectivo de una creatura de tamarindo y amaranto que intenta hacerse a la idea de que te vas. Ahora tu ausencia será penetrada con el falo de mi recuerdo, y será la escena de erotismo con más amor que jamás ningún literato famoso, o no, hubiera siquiera olfateado. Porque el amor huele, y huele a ti. Jamás te he dejado desde que te tengo. Crees que no te quiero ya, ¿eso has sentido? Ya no la hagas, nunca me fui, ¿qué no me sientes? ¿Cuáles fueron esos motivos que te di? ¿La ausencia sólo fue mía, de mía sin ir yo, no fue tuya también, de ir tú conmigo? De venir. Devenir. Juntos, aún. Esto es esperanza. Y la salsa y el baile frustrado nada tienen que ver, eso es un chiste, y me río junto contigo en este tráfico de palabras que sólo quieren decir, de nuez, te amo.

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