martes, 7 de abril de 2015

Cuesta arriba, cuesta abajo

  De todos los caminos que transito el que más me gusta es el que va para arriba, la cuesta arriba, la subidita que hago con el lapicero, las calles empinadas de la colonia Obrera, escribo a mano, botas negras nuevas que andan verticales sobre la hoja blanca, espacio perfecto para la obra del poeta sin mácula, o sea, sin trabajo. Busco la casa donde, se supone, duermo, la busco y no la encuentro. Gasto los zapatos dando patadas a los perros callejeros, tropiezo con los protectores de animales, tengo una misión, patearlos también a ellos, patearlos en la cara, romperles las narices, ensuciar las botas, encontrar la casa, seguir escribiendo ocurrencias psicoanalíticas que alguien más compartirá, dirán " ese uei está loco". Es la hora de comer. El hambre es guía para este estómago con ojos. Pan y lloro, café sin leche pero con azúcar, en medio del pan la nata, al fin y al cabo murió la vaca. Es muy difícil criticar al otro, los especialistas no surgen espontáneamente, estudiaron quince años para venir a decirnos lo que no nos importa saber. La crítica aparece cuando no se ha hecho nada bien, nada quiere decir menos que poco, lo poco es lo de nosotros, frijoles con queso y hongos. Bien es correcto, correcto es correrse en el recto. Fatal destino el de la significación, allá en el rancho grande sí sangran los textos, los he visto, el nombre del autor en la parte superior derecha, el título puede ir centrado, tipografía unificada, así de ridículos son. Changos más chilaquiles: chilangos. Civilidad, la ciudad con el ego más grande del mundo. Contenedores de la palabra en cada esquina, pintados de rojo y amarillo, separar la basura es un deber para los colonos de la literatura, nomenclatura desproporcionada cada vez que se juntan más de tres, mermelada de tuna, bolsas de plástico, ensayos sobre Ocaranza. Poesía orgánica e inorgánica, desperdicios al fin de cuentas, matemáticas del pepenador, mientras menos artistas más sufrimiento, yo creo lo contrario junto con Platón, comidón griego, cagadón, los baños sufren los excesos. Deposito la retórica en su lugar, escribo para los sordos, no me vale madres el mundo, me vale padres, lo fálico entronado reina en mí, aprende algo dinero, la monarquía española está pateando a hondureñas en el metro madrileño. Hay pendejos porque el mundo es así, redondo por los lados, achatado en los polos, aquí vivo, el calentamiento des-glosado permite que los periodistas sigan mentando infundios, los leo mientras hago ejercicio, sudo sangre de vez en cuando, aquello de "se lo merece" es aplicable para el resto de la congregación, jamás para el que aquí suscribe, un dos tres por mí y por algunos de mis compañeros musulmanes, Cristo regurgitó para alimentar a sus crías, cambio climático y un poco de blues. No, blues no, mejor música clásica, entiéndase una orgía desenfrenada en el mejor teatro de la ciudad, la sublimación de la alta cultura. Ensimismado compongo epitafios para los samuráis, guerreros moribundos traicionados por el statu quo, me pagan con katanas, ¿para qué quiero las espadas si no tengo enemigos de verdad? Además, matar... En Kenia asesinan a jóvenes en las escuelas, México reclama, cómo es posible. Es un concurso mundial, hace unos tres mil años que se viene realizando. Felicidad de la masacre compartida, feliz cadáver para el preocupado, ¿ya viste lo que está pasando?, ¿no sabes?, enterarse antes que todos, alegría inerte, la muerte es un acto mediático, alegre difunto que estás circulando por la red, tu mejor perfil es estar tirado. Camino por estas noticias, cuesta abajo, los zopilotes esperan el momento preciso para devorar los restos de la masacre, para dar su opinión, voy cerrando los ojos, los propios y los ajenos, me mancho, no de sangre sino de información. Triste realidad de la pantalla, sufriendo a ratos, deslizando el cursor, así ando, sin distracción.

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