lunes, 13 de abril de 2015

Gordox

Una panza grande es la prueba fehaciente de que se ha vivido con intensidad. Grandes comidas, fiestas interminables, la perseverancia de un cuerpo que aguanta más de lo que creemos: la extralimitación constante. Celebro a esos abdómenes abultados porque la vida se desborda de felicidad en sus pliegues. Gorditos sonrientes que jamás se avergüenzan de sus estómagos, al contrario, andan muy orondos por todas partes, hombres y mujeres jocosos que celebran sus grandes tallas. Buda fue gordo y dicen que cuando Santo Tomás de Aquino murió en su torre tuvieron que sacarlo con polea porque no cabía por la puerta. Carne por todas partes, el sexo con un obeso es una orgía, un festín de placer. Seres amplios, símbolos de la grandeza de la humanidad. Estas panzas bailan cumbia, salsa, bachata, cualquier ritmo les va bien. Bailan con dos al mismo tiempo sin ningún problema, se adueñan de la pista por razones obvias. Su paso parece suspendido en el tiempo, pero van con la música, siempre con la música, nunca pierden el compás. El ritmo recorre sus cuerpos. Una panza grande contagia de alegría a los demás, nos recuerda que la vida está más allá de la estética del engaño que se anuncia por televisión. ¡Vivan las panzas! Y el que esté libre de adiposidad que haga la primera abdominal.

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