jueves, 24 de mayo de 2018

En el cielo, una hermosa mañana

Entre puestos de cañas, fritangas, fayuca y mucha comida chatarra avanzan los religiosos, algunos compungidos, con el rostro inclinado, otros van alegres, mirando al cielo con fruición; el ruido de los futbolitos, equipos de sonido y los juegos mecánicos no merman la fe y la esperanza de los guadalupanos que visten a la usanza indígena, con pantalones de manta, rebozos y huaraches, todo indica que la celebración de la Virgen del Tepeyac está muy cercana.

"La Virgen de Guadalupe es esa larga caminata en donde nos encontramos unos con otros", dice Doña Isabel, anciana sonriente que se trasladó, una parte del trayecto a pie y otra en carro, desde San Juan Nuevo Parangaricutiro a la capital del estado para hacer una primera parada en San Diego, templo ubicado frente a la plaza que luce la estatua ecuestre de José María Morelos, la octogeneria sabe que el 12 de diciembre debe estar en el Tepeyac.

Estas visitas forman parte de las peregrinaciones decembrinas que se dirigen hacia la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, aunque a veces, por falta de recursos y tiempo, los fieles locales sólo viajan hasta Morelia para hacer demostración de su fe guadalupana: "Venimos a pagar una manda, le pedimos a la virgencita que sanara a mi mamá de un cáncer en el pecho, ella está bien ahora, logró vencer a la enfermedad con ayuda de la morenita, por eso acudimos toda la familia a rezarle sus rosarios y a traerle sus veladoras, y también al indio Juan Diego, porque él fue quien trajo el mensaje", habla Juan Asunción, padre de familia que avanza de rodillas por la Calzada Fray Antonio de San Miguel.

En Morelia se encuentra la extrapolada iglesia de San Juan Diego, como ahora es nombrada por los más de sus visitantes, este recinto sagrado en realidad fue hecho por los franciscanos en honor a Diego de Alcalá, seguidor de il poverello d'Assisi y santo desde 1588. La confusión, la ignorancia o simplemente la falta de interés ha hecho que se tomen "costras por ostras", pero a pocos les importa el dato duro, la verificación de la información, la mayoría de los que están ahí sólo se preocupan por agradecerle, o pedirle, a la Virgen de Guadalupe por los favores obtenidos en 2017. Los michoacanos tienen su pequeña basílica en San Diego.

Cada año miles de personas acuden a este templo moreliano para rendirle pleitesía y adoración al Cuauhtlatoatzin, o como muchos lo llaman, a veces despectivamente, "el indio que vio a la virgencita", quien es adorado por extensión del culto a la Virgen de Guadalupe, no se entendería el uno sin el otro. Fue Juan Pablo II quien beatificó, 1990, y canonizó, 2002, a Juan Diego, santo mexicano que tuvo la visión guadalupana, el mensajero de la madre de dios, de la Virgen Morena.

1531 es el año en que se supone apareció la Virgen de Guadalupe, o al menos en eso coinciden varios especialistas (católicos). La Tonantzin, que es el nombre náhuatl que quiere decir "madrecita", fue analizada por Fray Servando Teresa de Mier, o al menos el mito oficial. Después muchos estudiosos se encargaron de desmentir a Servando, y así por lo siglos del papel, amén y amor. Lo cierto, aquello que no se puede negar, es el fervor del pueblo mexicano hacia la Morenita.



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