jueves, 24 de mayo de 2018

Corre, Lowry, corre

A propósito del pleito ranchero entre editores/correctores y los tristes escritores, un libro que leí en 2015, El volcán, el mezcal y los comisarios, escrito por Malcolm Lowry y traducido al español por Sergio Pitol, con prólogo de Juan García Ponce, tuve la edición de la Dirección General Editorial de la Universidad Veracruzana, 2008. Después escribiré sobre estas traducciones de Pitol y la colección que las reúne. 

El libro de Lowry está divido en dos partes, en cada una de ellas una epístola, un par de largas y reveladoras cartas. La primera de éstas va dirigida a Jonathan Cape, editor inglés de Bajo el volcán, contiene diez apartados marcados con números romanos donde el autor le explica al editor, detalladamente, porqué le es imposible realizar los cambios que éste le sugiere para que la obra sea más "accesible al lector".

Con una amabilidad no exenta de ironía, Lowry desmenuza los comentarios del editor, con la maestría del artesano, manos con callos, son echados abajo las mercadotécnicas sugerencias de Cape: "Al emplear la palabra 'lector' en el sentido más amplio quisiera comentar que si 'El volcán' parece tedioso al principio o no, dependerá del estado de ánimo del lector y de su preparación para comprender la forma del libro y la verdadera intención del autor".

Lowry defiende su novela, hasta la última coma, porque en esas páginas se encuentra lo necesario, nada sobra, nada falta: "Pues el libro ha sido diseñado, contradiseñado y soldado de tal modo que puede leerse un indefinido número de veces, sin agotar todos sus sentidos, su drama o su poesía".

La segunda carta, la otra mitad de El volcán, el mezcal y los comisarios, está firmada el 15 de junio de 1946, Lowry la envió, desde Canadá, al abogado Ronald Paulton. Esta misiva narra cómo Lowry fue acosado, perseguido y torturado psicológicamente por las autoridades mexicanas, quienes, sin leer el libro, puros rumores, decires y chismes, anatemizaron a Bajo el volcán (1947) por supuestas injurias contra el espíritu nacional. ¿Ha leído usted, el lector, esta obra? Recomendable también adaptación cinematográfica que hizo John Huston.

Largas esperas, funcionarios incompetentes, sobornos, robos, más sobornos, maltrato, viajes innecesarios, aislamiento, oficinas, trámites absurdos, la justicia burocrática nacional contra un escritor inglés que se quedaba, poco a poco, sin dinero y sin comunicación con la embajada de su país. Lowry conoció el rostro de México sin máscara, ¡toma tu calaverita! 

Lowry contra el editor, Lowry contra el estado mexicano, Malcolm contra la bebida. El volcán, el mezcal y los comisarios es uno de esos libros raros que la gente rara debe leer, imperativo literario. Por no dejar, la literatura se encuentra en la frontera, la literatura logra escapar, el agente secreto que la (lo) perseguía no alcanza a subirse al tren del escape. El protagonista de estos párrafos huye, ya no verá Cuernavaca de nuevo, ya no tomará mezcal en esa cantina apestosa a orines. Y el editor puede irse al carajo junto con los gendarmes: “La tempestad contenía, a fin de cuentas, su propia alma secreta”.     

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