jueves, 24 de mayo de 2018

Ramo de espigas o veinte años de escribir entre los pinos

Compartir la subjetividad propia
y asistir a la intimidad del otro condiciona 
el establecimiento de vínculos cargados 
de fuerza y de significado.
CARMEN VILLORO

La ignorancia/lo es/casi todo
MIGUEL BARRERA

Espiga de Papel: XX años de poesía en Ocotlán es una antología que reúne a once escritores, tres mujeres y ocho hombres, no todos nacidos en Ocotlán, pero sí conectados a esta ciudad por diversas razones que ya entenderá el lector cuando haga lo propio con el libro, el taller literario los unió, es importante saber. Lo que tengo que decir en palabras generales, pero no castrenses, sobre este trabajo de Ediciones El Viaje (2018), es que no tiene pérdida, quizá dos o tres erratas que son comunes en nuestro andar efímero, de ahí lo accidental, recordar aquello de que es de humanos errar, aunque luego el latino le agregó aquello de que es perverso persistir en el error; éste es un libro que nos muestra la potencia de la poesía que se escribe con convicción y lecturas, pues los guiños al lector están en más de uno de los autores, un Neruda por aquí, una Venus por allá; en detrimento de los regionalismos que nos han dado tanto, los tacos de birria o los ojos azules de un niño corriendo afuera de la Basílica, este libro, nacido en Ocotlán, está conectado con el universo, si no entero, sí en partes, los fragmentos de ese universo de provincia: Morelia, para muestra el botón del Macaz, hoy (28/04/2018), aquí; y también con Roma, la de los múltiples caminos; Guadalajara, vía Carmen Villoro, quien hace la presentación acelerada porque su trabajo y otros lastres la tiene con la soga del tiempo en el cuello, fueron 20 años entre una y otra antología; del universito del que hablo también aparecen en este libro la ciudad regia de Monterrey, la famosa Ítaca con sus héroes de tiras cómicas, la pavorosa CDMX, toda contaminada de chilangos, y otras urbes imaginarias son parte de esta recopilación de poder que hará transitar a más de uno por las avenidas de la colectividad, ahora vayamos a algunas de estas calles que todavía ignoramos, y qué bueno.

Miguel Barrera: Barco de Fuego, las operaciones matemáticas están muy cerca de esta escritura, lectura en varios sentidos, como cuando andamos las calles de una ciudad que desconocemos pero hay algo que nos parece familiar y nos adentramos para perdernos un poco, porque no saber en dónde estamos hace bien a la brújula que somos, así mismo esta poesía de las direcciones, Barrera es algo cartesiano, de lo vertical a lo horizontal, o al revés, el envés de lo típico, el espacio pausa el trayecto de la mirada; Barrera canta a la antigüedad y reclama al tiempo que cada vez se queda más atrás, cruzado de manos y piernas, Cronos muy orondo inhalando la estopa con aguarrás. Puentes elevadizos que están por encima de una mancha de polvo/devorando una aurora boreal, para Miguel esto podría ser la poesía, claro, me arriesgo al lugar común por el que pasan los desorientados cada que el cónclave de las palabras lo permite. Miré ahí, en sus palabras, a los monstruos vegetarianos repartiendo manzanas de sus canastas, sí, pude ver esto en la poesía de Barrera, un juego de dados/apostando todo a una repetición. La luz oscurece la noche, oscuridad perenne/de una fogata, para él lo más es menos (yo sé que esto no quiere decir nada sin la lectura del aludido), sus poemas son cuentas aritméticas que sorprenden por el resultado. Y me atrevo a decir, sin querer ser malcriado, que pensé en las listas del mercado que tanto le gustaban a Ulises Carrión, y me quedo con esta maravillosa imagen que está bajada de pechito y hacia gol: te dibujo estrella/en el ombligo del mundo.

Recomiendo: 15, 39, 44.

Jorge Luis Gutiérrez Flores: Migraciones, el poeta hace la invitación al sol del mediodía, él es el agricultor de esta Inflorescencias, según las propias palabras de Carmen Villoro, y es que esta claridad que somos necesita de alguien que ponga orden; gran edificador y amante de la tradición, y ruptura, yo dudo del sedentarismo, y él duda, ¿vosotros dudáis de la fertilidad de estas espigas?, por qué te fuiste/faisán/a conquistar otras tierras, yo digo que fue en busca de la fuente-libro en la que el poeta bebe sin miedo al cólera, porque está hecho del amor urbano que ignora los semáforos y es tan pirata que regala tesoros encontrados en los bares de la esquina; en los caracoles del asfalto hay antiguas señales de la India hechas con las manos; nos dice el poeta que el más grande campeón llora con los ojos abiertos de par en bar; y le rezamos a la niñadios oraciones marinas bajo la luna casi llena; hay dolor en Jorge Luis, pero dolor redimido por los cantos purificantes que no tocó el cáncer, todas las palabras lo llevan al amor, pobre Jorge Luis, pobre porque no lo tiene todo a pesar de ser enciclopedia de pastas duras como los muros del Coliseo: construyo Roma en una frase, esa Roma que amamantó lobos y los hizo emperadores del mundo conocido, quemó las naves y luego resurgió gloriosa en los libros de historia universal. Todo esto lleva los apellidos Gutiérrez Flores hacia la migración de la poesía.

Recomiendo: Reconstrucción, De par en par, Sólo dos.

Livier Fernández Topete: Simulacro, de Livier conozco un poco más, y un mucho menos, por aquello del río siempre cambiante que surte las aguas de los grifos hogareños, el espíritu doméstico de esas casas que la mujer guarda en su equipaje; ya había presentado antes un libro de la escritora que pasa sus días viajando de Ocotlán a Morelia, de Morelia a Ocotlán, (Frente al desierto, ed. Diablura, 2016), además fue ella quien me invitó a hablar de esta antología que he disfrutado y sufrido en estos tiempos de hospitales, procuradurías y presiones altas; evitemos la confusión, no digo que la poesía sea un remedio, más bien es una compañera a ratos comprensiva, otra veces se aloca y simula que está escuchando, pero se siente ese ausencia de la atención, porque de la poesía es el reino de los sentidos, qué sentidos somos, y ella voltea y lanza una caricia, después vendrán los rasguños, al final, en la meta, la poesía es una creación humana por mucho que los hiperiones se hayan esforzado en demostrar lo contrario; la poesía nos engaña y nos hace creer que ha muerto pero vive en secreto, según mi lectura, mala lectura. No estoy hablando de mí, estoy hablando de la poesía de Livier pasada por el tamiz que soy yo, porque mi piel recuerda esos poemas. Suspendo la lectura, tomo vino tinto en la copa que han quebrado mis labios, regreso al placer del texto y me asomo a la ventanita para mirar tu vida.

Recomiendo: Suspender al otro o abandonarse al suspenso del otro, Simulacro.

Manuel Rayas: Raíz doble, este poderoso escritor (para adjetivar con ganas) pinta los poemas con mentadas de madre porque anda en busca de algo, ese algo desconocido del color favorito de los que viven sentados en el lado moridor de las cantinas, el amarillo, que sirve para hacer hervir la sangre/y coagularla al golpe de un martillo; las lisuras, o groserías o palabras altisonantes, nos hablan de un poeta xhingón, con x, tres equis o dos equis ámbar, porque él vive el tiempo del “ahorita” y el “al rato”, los tiempos de la materia, Manuel sabe que no hay que andarse por las ramas y por eso agita las faldas de las muchachas con las miradas, se arriesga, en este mundo aparentemente feminista, a que alguna niña de cinco años le tire una piedra en inglés, “ay uei!”. Es que Rayas cree demasiado, confiado, como un católico que pende de un hilo, pero para él este delgado sostén es un puente de acero, algunas pequeñas cosas/en el juego de la nada/sortean el destino/a punto de reventar/pocas cosas/penden de un hilo. Y yo me pregunto con él, ¿dónde se detiene el agua?

Recomiendo: Alguien viola la noche, Uno cree a veces.

María Guadalupe Núñez Vega: Estrella de mar, moreliana radicada en Ocotlán que explora en la constelación al revés que es la hoja en blanco ese erotismo que está debajo de la carne, desnúdate/para ver tus entrañas, infinitos resurgimiento s con garras y alas, porque es mujer, de imágenes etéreas que el V I E N TO despeina y vuelve a peinar sobre el cielo azul sangre que es el trasfondo donde María y Guadalupe son una misma y le dicen al amante, que puede ser cualquier y ninguno, observo las marcas de tu espalda, porque la poeta es cartógrafa y médico, exploradora que disecciona las rutas del deseo, hasta amanecer de nuevo/en el último suspiro.

Recomiendo: Alucigenia, Estadía.

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