jueves, 24 de mayo de 2018

Sobre el fracaso

Un año después del terrible 1994, cuando cursaba el sexto año de primaria en la "Félix Ireta" de Prados Mueres, tuve la tropezada idea de organizar mi primer evento social masivo. Mi tío Enrique tenía un salón de fiestas en la colonia, a unas cuadras de la casa, ahí se armaban las tocadas de metal de aquellos ayeres; Erick, compañero de clases y karateka profesional, se dedicaba a la renta de equipo de sonido junto a su familia.

Tenía todo preparado. Con mi colección de casetes Polymarchs nada faltaría. Hice mi afiche a mano y lo fotocopié exageradamente. Repartí invitaciones no sólo en la primaria, me fui a la secundaría #9, a las prepas 1 y 5, que eran las únicas que conocía en ese haber sido. Importante mencionar que no había facebook en esos días, tampoco celulares, al menos no para mí.

Como ya trabajaba en la pizzería familiar, contaba con un recurso económico para las botanas y los refrescos, nunca pensé en néctar de Baco, aún era un niño bien de doce años que lo único que hacía era masturbarse y espiar a las vecinas desde la azotea.

Llegó el esperado día, desde temprano fui a limpiar el salón, recuerdo que me ayudaron algunos amigos de la escuela a los que les pague con churros bañados en salsa valentina y cocacola de "refill". Compré globos y serpentinas, no sé qué diablos estaba pensando. El sonido llegó a las cinco y la fiesta comenzaría a las seis.

Dieron las seis y llegaron los primeros y únicos asistentes, mis vecinos Luis y Mike. Ahí estábamos los cinco, los dos antes mencionados más Erick el karateka y su hermano, yo había puesto en el gran cartel del evento fallido que la cooperación era de dos nuevos pesos, con lo reunido pensaba pagar el sonido. Cuando dieron las ocho, Erick me advirtió que querían su dinero a las diez de la noche, hora pactada para el fin de aquel aquelarre frustrado por la inasistencia. Tenía dos horas más, con sonido, churros, refresco y dos de mis mejores amigos, así que decidimos bailar y bailar hasta que se cumpliera el contrato acordado. Y así lo hicimos.

No tenía el dinero para cubrir el sonido, le prometí, le juré a Erick que tendría los doscientos nuevos pesos al otro día, pero él no entendía razones, y su hermano menos, me amenazaron y recibí unas patadas en el estómago como adelanto de lo que pasaría si no tenían su pago ipso facto. Mike, hermano de Luis y todavía amigo mío, sacó cincuenta para calmar las aguas.

Tardé una semana en saldar la cuenta con Erick, fueron cinco días de patadas karatekas a la entrada y salida de la escuela. Así comenzó mi vida social, esta necedad de meterme en problemas organizando cosas que están destinadas al fracaso, pero la imagen que nunca borraré de mi cabeza es aquella en la que estamos Luis, Mike y yo bailando "I like to movet it" de Reel 2 Real como si no hubiera mañana ni Erick karateka.

Yo de niño con la maestra Alejandra y mi madre.

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